Para una bibliografía de los almanaques y calendarios (siglos XIX-XX)


                                            Elucidario, I/1 (marzo 2006), p. 35-46.

 






Para una bibliografía de los almanaques y calendarios (siglos XIX-XX)[1].

 

 

A pesar de formar parte de los impresos de más amplia difusión y compartido uso, tal vez por tratarse de algo demasiado obvio, trivial e  ínfimo, el calendario o el almanaque, con sus distintas modalidades[2],  pero también los pronósticos, lunarios, efemérides, repertorios, guías, guías de forasteros, almanaques-guías, indicadores, anuarios, agendas, etc. suelen tenerse por impresos « menores » y por ende menos y peor conservados en bibliotecas y hemerotecas.

También es verdad, que por tratarse de publicaciones útiles y de escaso alcance ideológico aparente, aún en tiempos de control de la  imprenta, las autoridades y los impresores  del siglo XIX no se cuidaron mucho del cumplimiento de los requisitos legales –inclusive el depósito legal- y como se trata por esencia de algo efímero y perecedero -tiene la vigencia del año de referencia, se sustituye por otro nuevo-, no suele guardarse ni conservarse y, por ende, catalogarse[3].

De ahí que por ausencia de un inventario si no exhaustivo al menos específico, resulte difícil hacerse una idea cuantitativa precisa de lo que representó y en alguna medida sigue representando dentro de la producción impresa y de las prácticas culturales[4].

Y sin embargo, sabemos que el almanaque o el calendario es la « guía del tiempo » que permite inscribirse y proyectarse en el tiempo astronómico, religioso y civil, el tiempo para todos al mismo que el tiempo apropiado por cada uno, para sí o su familia. Es instrumento elemental de aprendizaje de la institución social del tiempo y de su sistema simbólico impreso, al permitir una inscripción sincronizada en el tiempo a nivel de un territorio o de un grupo, facilitando, además, unos elementos de anticipación completados por unas previsiones a nivel general, nacional o regional (meteoprognosis, pronósticos, predicciones con el « juicio del año ») o a nivel personal (horóscopo), y a veces algunos elementos de vulgarización de conocimientos, científicos o no.

Por su extraordinaria presencia y vigencia (desde los principios de la imprenta y antes -recuérdense los calendarios manuscritos hasta en piedras- hasta hoy (El Zaragozano o cualquier calendario mural o de mano) es excelente indicador de la evolución del compartir social de lo escrito al ser tal vez el impreso más compartido, el único impreso presente en casi todos los hogares, hasta en regiones y provincias donde menos aptitud teórica para el acceso a la cultura escrita/impresa teóricamente existía, caso de Andalucía y Jaén[5].

            Así pues, su observación en la larga duración y su comparación con otros productos teóricamente disponibles y asequibles en el mercado permiten revelar algunas expectativas tal vez menos populares que rurales o urbano-rurales en un país en el que el peso de la población no urbana fue por mucho tiempo más importante que en otros países de Europa, y en el que las ciudades siguieron viviendo al ritmo del campo.

            Es preciso, por consiguiente, llevar a cabo un trabajo cuasi arqueológico, con exploraciones y excavaciones en todo el territorio, en cada parcela –de ahí el interés de los estudios locales y regionales- para que luego el lector estudioso,  atento y exhaustivo, pueda interpretar unos indicios dispersos y dispares, para reconstituir y entender unos usos históricos compartidos y tal vez desaparecidos.

 

LOS ALMANAQUES POPULARES. En el abigarrado acervo de calendarios y almanaques, se puede observar que al margen de la expansión y diversificación a mediados del siglo XIX de los almanaques de prensa o especializados[6] subsisten en España hasta  hoy unas formas antiguas de calendarios o almanaques como El verdadero zaragozano « sin igual en el acierto , almanaque del famoso astrónomo D. Mariano Castillo, arreglado espresamente para toda Andalucía »[7], que suelen considerarse nostálgicamente como unos conservatorios de unas prácticas arcaicas populares pero que por su permanencia -o su resistencia- dan cuenta de unas prácticas y usos que han perdurado al margen de la modernización de la sociedad española urbana –de la modernidad- al propio tiempo que registraban alguna que otra significativa evolución.

            Sin pretensión alguna a agotarlo que puede deparar una provincia como la de Jaén, incluso en el siglo XIX, al respecto[8], con la atenta sino exhaustiva observación, descripción e interpretación de  unos 27 ejemplares de 10 títulos de estos almanaques « populares » que empezaron a publicarse en los años 1850-1875 y siguen publicándose hoy algunos de ellos (seis)[9], procuraré dejar constancia de algunas posibles líneas metodológicas de investigación[10]. Contrastándolos con los modelos de calendarios más antiguos (como el Calendario para Castilla la Nueva, el Calendario para las provincias de Extremadura o el Calendario para el obispado de Jaén[11] de los que son en alguna medida continuación, pero también con los modelos dominantes a partir de los años 1855-1865, cuando se da la « revolución » del almanaque, hasta hoy[12], para reconstituir, si cabe, unas prácticas compartidas y populares, social y estadísticamente dominantes, pero dominadas y, por tanto, ignoradas.

Lo primero será, para conocer el objeto que se va a estudiar, acopiarlo y describirlo, según una pauta de descripción que tenga en cuenta no sólo unas características bibliográficas tradicionales, sino, desde la moderna bibliografía material, la materialidad del soporte, el paratexto y el propio texto, para luego interrogarnos sobre los posibles usos, yendo de lo externo a lo más profundo, de lo coyuntural a lo diacrónico : una contribución más de la bibliografía a la historia cultural…

 

DESDE LA BIBLIOGRAFÍA TRADICIONAL. Por tratarse de una publicación periódica anual[13], y suponer una serie, el almanaque/calendario suele identificarse por su título[14]. Sin someter los títulos a ningún estudio desde la llamada titulogía, observemos que suelen ser extensos en su formulación, con subtítulos y toda clase de precisiones científicas de corte más o menos publicitario[15], pero cortos en los usos resultantes[16], hasta llegar a algo genérico, como los « zaragozanos ». Téngase en cuenta que bajo un mismo título pueden existir varias « ediciones », que remiten a unos objetos bastante distintos[17], pero también que aquello que inicialmente se concibió como serie no fue, a menudo, más allá del primer año.

 Al título, puede resultar asociado un autor -el almanaquero o calendarista- cuyo nombre no suele ir primero (no era costumbre hasta fines del XIX), si bien se nota un evidente deseo de afirmar una autoridad que a menudo se oculta detrás de una autoridad anterior y superior, ficticia o no[18].  Su autoridad viene asociada en la representación gráfica (cuando existe) con un tipo de vestimenta que remite a una imagen no rural (un varón con terno y corbatín, afeitado y con el pelo cortado, como Don Mariano Castillo y Osciero, Joaquín Yagüe o Francisco Hernández, o, en Brasil, Urbain Laplace « o sábio francês ») o algunos instrumentos que remiten a la observación astronómica aunque de astrología se trate (como en el Calendario religioso, astronómico y literario (…) por Fray Ramón Ermitaño de los Pirineos). Dicha autoridad se fortalece con las cualidades propias del autor y la antigüedad del producto : presentarse como el « único Zaragozano » es apropiarse toda la añeja autoridad del histórico Zaragozano. Por lo visto, cuenta mucho poder precisar por ejemplo que el calendario del año es el n° 135 de la colección, o LXXII de los pronósticos, o que se trata del CXIV año de publicación o que el Copérnico español lleva ya hechos ¡¡cuarenta y cinco calendarios !!, para dar a entender que el producto nunca dejó de inspirar confianza. Un sistemático análisis del paratexto arrojaría mucha luz al respecto.

Lo cierto es que pudieron existir unas como dinastías (los Yagüe padre e hijo, por ejemplo) pero más bien parece ser que el epónimo tras la muerte del fundador sirvió para cualquier almanaquero por cuenta del propietario del título o marca[19].

Este modo de producción, en la larga duración, de hecho se parece bastante al de la prensa, aun cuando pretende inscribirse en una visión tradicional.

En cuanto a la competencia, da lugar a una multiplicación de advertencias como « Fijarse en el nombre del autor. No equivocarse con otros Zaragozanos », a unas demostraciones de la calidad y fiabilidad del pronóstico[20], o a unas afirmaciones tales como « Es el calendario de mayor circulación » : habría que poder comprobarlo[21].

Los lugares de impresión,/edición suelen ser a finales del XIX Madrid o Barcelona (incluso para la difusión en Aragón, por ejemplo) pero también Tudela[22], o Alcoy o Lugo, y una tipobibliografía de los calendarios y almanaques posiblemente revelaría la pertinaz permanencia de una producción bastante localizada, con áreas de difusión que siguen resistiendo a la nueva organización del estado liberal o a los embates de la concentración madrileña o barcelonesa, por ejemplo[23].

Sobre los impresores y editores, poco sabemos sino que el almanaque/calendario popular, por su escaso volumen, se puede imprimir con medios poco sofisticados, incluso con prensas de mano, por supuesto, medio pliego tras medio pliego y que oudo ser todo un negocio. De ahí que algún impresor-editor, como el giennense Pedro Doblas en 1815, compre el derecho de publicar el Almanak civil del obispado de Jaén, o que en 1875 los impresores Iglesias y García compren su almanaque a Yagüe. A principios de siglo XX, el calendario zaragozano lo edita Francisco Hernández[24] y lo imprime la Antigua Imprenta Universal de Madrid, foco de impresión de muchos impresos de cordel (Caro Baroja). El Firmamento, impreso en 1895 por la « casa editorial » Viuda de Rodríguez (Plaza del Biombo 2 Madrid), entre 1902 y 1909, por lo menos, lo sigue publicando la Hija de M. Rodríguez ; a partir de 1904, es  « Marca registrada » y a finales del siglo XX, lo editaba la Sociedad General de Librería Española….

Como para cualquier publicación periódica siquiera anual, la fecha ha de ser la primera y la última (muchas dudas, por falta de ejemplares, interrupciones y « ruidos » introducidos con fines comerciales por lo propietarios de la marca. Para fines bibliométricos y poder medir la evolución de oferta, importa en una base de datos poder identificar cada título por año (y no sólo por las fechas extremas). De la acumulación de fechas en una serie y por ende de la antigüedad del calendario o almanaque depende, en gran parte, la autoridad del mismo[25]. Son publicaciones de pocas páginas (de 16 a 48) casi siempre sin numerar. Nunca llegan a libro, según las definiciones biblioteconómicas, cuando en el último cuarto del siglo muchos almanaques (como los de los periódicos, de Bailly-Baillière o la misma Guía de Jaén) llegan a superar las 100 y hasta 200 páginas

Suele tratarse de unos impresos de pequeño formato in-16°, excepcionalmente in-8°, sin nunca llegar al in-4° como el  Almanaque de la Ilustración Española y Americana, por ejemplo.

Excepto la viñeta de portada, no acostumbran tener ilustraciones insertas, pero sí, cada vez más en la cubierta de papel de color que se les va añadiendo). Es excepción el Calendari dels pagesos en el siglo XX que en rigor es más almanaque agrícola que popular con dibujos de Opisso con fines idílico-anacrónicos, cuando es una característica consustancial de los nuevos almanaques (cf. Botrel, 2003). Del almanaque/calenario popular se desprende una sensación de austeridad y utilidad vs el lujo y la finalidad recreativa asociada con los nuevos almanaques.

            Hasta aquí, lo que nos enseña y sugiere la tradicional descripción bibliográfica. Pero la bibliografía material permite ir más allá.

 

DESDE LA BIBLIOGRAFIA MATERIAL. El examen de las características del papel empleado, por ejemplo, permite observar que se trata casi siempre de un papel « cultural » de escasa calidad,  papel de estraza o mecánico, o sea el que se suele utilizar paralos impresos de cordel o para la prensa, por su mayor baratura. Compárese, por ejemplo, con el (buen) papel utilizado para el Calendario del Obispado de Jaén.

Si bien los tipos empleados parecen a menudo bastante desgastados, no menudean las erratas. Muy al contrario, en esta « máquina de lectura » (Torné, 2001), se observa, al menos en la parte del calendario, un codificado rigor a base de  un casi enigmático sistema logográfico de cruces, asteriscos, manecillas o símbolos,  y de una sofisticada tipografía que se vale de todos los recursos disponibles : bastardilla, negrita, etc. y, por supuesto, de abreviaturas, más o menos drásticas, para señalar las fiestas de precepto, las en que se pueden trabajar », los días en que se sacan ánimas », etc[26].

Sintomática de la preocupación por sacar el mayor provecho del espacio de la hoja, es la utilización de los márgenes, fuera y alrededor de la mancha, para la publicidad, por ejemplo) con un peculiar y hasta sofisticado código tipográfico que rompe con la tradicional disposición del texto para una lectura « seguida » y que sugiere una descodificación estallada y plural de difícil legibilidad teórica, al menos para el lector de hoy.

La « puesta en página » del almanaque casi no varía, ni en la presentación del calendario propiamente dicho ni en la colocación de las distintas « secciones ».

Cuando el calendario o almanaque cobra la forma de un librito, o sea cuando se dobla el medio pliego o el pliego base[27],  cosiéndole o no con una puntada de hilo y luego grapas[28], la portada es , como la cabecera para la publicaciones periódicas, la señal de identificación.  Cuando no es « muda » la portada, la ilutración bajo forma de viñeta que se añade  no suele variar al filo de los años[29] ; es emblemática del producto y sirve para distinguirlo de los demás.  Suele tratarse de un retrato (más bien busto como en las esculturas de sabios) del « autor » (en el Almanaque Bristol, El Firmamento, El Copérnico) o una composición que lo pone en escena escenifica (en el Ermitaño o en el Calendario del Profeta para los antiguos reinos de Valencia, Murcia y Aragón (1896)). También puede ser una figura (El Gaitero) y de manera más excepcional, una alegoría del tiempo y de las faenas del campo, como en el Calendari dels Pagesos, con su arcaizante xilografía) o de Cataluña (en el Calendario del Principado). Como en los impresos de cordel, al filo de los años los almanaques y calebndarios se van enriqueciendo con una cubierta en papel de color en la cual se repite la portada.

Con respecto a los demás almanaques, el almanaque popular es un producto de poco precio y económicamente asequible, como si de una necesidad primaria se tratara. En 1815, según el Real Observatorio de Marina quien se inquietaba de la competencia así suscitada, se publicaba en el Reino de Jaén un Calendario y pronóstico por trimestres « cuyo editor ofrece verificarlo en adelante de 6 en 6 meses. Su precio ha sido de 6 cuartos de modo que la colección completa de este papel montaba a 18 cuartos (sic)[30] ». A partir de los años 1840, el precio no pasa de un real (1/156 del sueldo mensual de un jornalero de parques y jardines en Madrid). Después, el precio de la edición económica de un almanaque suele ser el de un periódico : 5 céntimos en 1890, 125 pesetas en 1999[31]. Llega hasta a ser regalo, como argumento publicitario para farmacias[32], tiendas, etc. Al filo de los año, se nota como en toda la producción editorial en general (Botrel, 2003, 619-632), una propensión a diversificar la oferta[33].

Como suele suceder, las informaciones sobre las tiradas son más bien  afirmaciones con segundas intenciones publicitarias y comerciales : en 1875, los nuevos propietarios del almanaque del célebre astrónomo Sr. Yagüe, se jactan de publicar 500 000 ejemplares en una época en que España tiene 16, 6 millones de habitantes con sólo 4 millones de alfabetizados (¡un almanaque de Yagüe para cada cuatro alfabetizados !). Entre 1895 y 1906 pretende El Firmamento imprimir 1 270 000 ejemplares,  1 450 000  en 1907,  1.500. 000 en 1908-1913 y a finales del siglo XIX existen al menos dos zaragozanos más el de Yagüe y el de F. Hernández así como una infinidad de almanaques regionales (en Cataluña, por ejemplo) o de publicaciones periódicas, profesiones, etc. Las cifras que da Francesc Puig son más modestas ; 60 000 (no dice si sólo para Cataluña) ;  O gaitero de Lugo declaraba una tirada de 30 000 ejemplares en 1914 y El Firmamento de 300 000 en 2000. Pero ya a principios del siglo XIX, para que resultara rentable la adquisición por parte de Pedro de Doblas, por 5.000 reales (rebajados en 4.700) del derecho de publicar el Almanak civil del obispado de Jaén para el año de 1816, se ha de suponer unas ventas de algunos miles de ejemplares. De cualquier modo, importa más poder observar que en un momento determinado la oferta de almanaques y calendarios pudo llegar a ser muy superior a la oferta global de de periódicos, recordando que si es de periodicidad anual es potencialmente de uso diario el calendario y el almanaque[34],  para llegar posiblemente a la conclusión de que cualquier familia española, por muy analfabetos que fueran sus miembros, pudo llegar a poseer un almanaque o calendario.

De pocas informaciones disponemos sobre la difusión de los almanaques, pero sabemos que se combinan la venta en estructuras estables (en una imprenta, en los puestos y kioscos, en papelerías y hasta librerías[35]) con la venta ambulante « estacional » por buhoneros o por ciegos Botrel 1973-4). Es conocido  el personaje del « tío Calendario » recordado por Pío Baroja y también el pregón del «  Calendario Zaragozano ! Trae fríos, escarchas y nieves en invierno y calores en verano », según José María Iribarren. Sin lugar a dudas, el almanaque o el calendario habrá llegado a todos los pueblos y así se pueden interpretar  los « llamamientos hechos por el Calendario Zaragozano en 1920 a los alcaldes y párrocos para que cooperen suministrando informaciones o rectificando las fechas de los mercados o de las fiestas.

El ámbito de difusión lo define a menudo el subtítulo[36], el idioma, las informaciones sobre ferias y mercados, la presencia o no de indicadores de mareas o de horarios de ferrocarriles, siendo la línea de evolución de un mercado local y regional, como El Firmamento de 1920 editado para el Principado con su lista de puntos de venta al por mayor y menor y la lista de ferias, hacia un mercado « nacional » como nuevamente El Firmamento con publicidad para establecimientos de Madrid pero también de Linares[37].

Sobre las aptitudes lectoras necesarias para una correcta interpretación de la información, sabemos que si pudieron publicarse almanaques para analfabetos (Amades, 1953), los analizados hasta ahora requieren una mínima pero directa interpretación de los distintos símbolos y abreviaturas, no explicitadas en el impreso[38]. Por otra parte, si el calendario o almanaque, es de acquisición anual, su uso es potencialmente diario (más cuando de tacos con hojas desgajables, por supuesto), y, por lo que se puede deducir de las escasas huellas manuscritas encontradas hasta el presente, es ayuda gráfica para la memoria o para la proyección.

 

CONCLUSIÓN. El examen sistemático del contenido de los calendarios y almanaques y de su evolución habrá de permitir aportar más información sobre las prácticas culturales, tanto materiales como simbólicas, relacionadas con estas publicaciones y sobre las tensiones entre los mundos religioso y civil. Déjese para otro lugar.

            Pero conste desde ya que la reunión, colación y examen bibliográfico riguroso y sistemático de un corpus de calendarios y almanaques desde perspectivas tipobibliográficas giennenses y demás,  puede ser bastante fructífero. El almanaque y el calendario « popular », infraimpreso de gran conservadurismo formal en su tipología, y los demás productos aledaños dan  acceso –más aún que los catecismos o misales- a unas prácticas masivamente compartidas desde antiguo pero social e individualmente caracterizables por su esencial inmutabilidad y muy paulatino aggiornamento. Con unas importantes ventajas para la historia de la cultura escrita, ya que permite corregir una visión redentora de los efectos de la alfabetización, al revelar unas estrategias y capacidades distintas de las de la lectura linear y  seguida convencional, a menudo preexistentes en futuros « nuevos lectores » (Botrel, 1996) ; acompaña con una relativa homogeneidad el conocido proceso de masificación, diversificación e intensificación de las prácticas culturales escritas que caracteriza la España contemporánea en su progresión hacia la sociedad de consumo de masas  (Botrel, « Entre imprimé… ») ; da cuenta de una cultura rural a menudo ideológica o mecánicamente ocultada por el predominio de los centros urbanos en la producción impresa ; es introducción a una cultura de lo útil y a las cada vez más polifacéticas expectativas de sus puntuales compradores, ya que, siquiera elementalmente, es fuente de conocimiento, recreo, espiritualidad, etc, etc.

            Sea esta contribución una invitación a mirar de manera distinta los calendarios o almanaques y otros bienes similares que de fijo cada uno de nosotros ha tenido y tiene en casa y no siempre se encuentran las bibliotecas a disposición de los actuales y futuros investigadores…

 

J.-F. Botrel (Univ. Rennes 2).  

 

Estudios citados :

 

Amades, Joan, « Calendarios para analfabetos », Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 9, 1953, p. 417-466).

 

Botrel, Jean-François, • "Les aveugles, colporteurs d'imprimés en Espagne I. La confrérie des aveugles de Madrid et la vente des imprimés du monopole à la liberté du commerce (1581-1836)",  Mélanges de la Casa de Velázquez, IX, 1973, p. 417-482 (cf. J. Caro Baroja, Ensayo sobre la literatura de cordel, Madrid, Ed. Istmo, Madrid, 1991, p. 9).Version espagnole in : Libros, prensa y lectura, op. cit., p.15-98.

 

----, "Une source pour l'histoire économique de l'Espagne contemporaine : les Registros mercantiles", Mélanges de la Casa de Velázquez, IX, 1973, p. 747-754 (en collaboration avec G. Chastagnaret).

 

----, "Les aveugles, colporteurs d'imprimés en Espagne. II. Des aveugles considérés comme mass-média", Mélanges de la Casa de Velázquez, X, 1974, p. 233-271 (cf. J. Caro Baroja, Ensayo sobre la literatura de cordel, Madrid, Ed. Istmo, Madrid, 1991, p. 9). Version espagnole in : Libros, prensa y lectura, op. cit., p. 99-148.

 

----, "Los nuevos lectores en la España del siglo XIX", Siglo diecinueve, n° 2, 1996, p. 47-64.

 

----, Reseña de Brandini Park, Margareth, Histórias e leituras de almanaques no Brasil. Introd. de R. Chartier, Campinas, Mercado de letras, 1999 ; CASA NOVA, Vera, Lições de almanaque. Un estudo semiótico, Belo Horizonte, Editora UFMG, 1996, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, LVI, 1, 2001, p. 224-226.

 

----, "La librería del pueblo", in : Museo Etnográfico de Castilla y León. Zamora, Exposición 2002-2003. EnSeres,  Madrid, Junta de Castilla y León, Fundación Siglo para las Artes en Castilla y León, 2002, p.  82-87.

 

----, « Almanachs et calendriers en Espagne au XIXe siècle : essai de typologie », in H.-J. Lüsebrink, Y.-G. Mix, J.-Y. Mollier et P. Sorel (dir.), Les lectures du peuple en Europe et dans les Amériques (XVIIe-XXe siècle), Bruxelles, Ed. Complexe, 2003, p. 105-115.

 

----, "La construcción de una nueva cultura del libro y del impreso en el siglo XIX", in : Jesús A. Martínez Martín (ed.), Orígenes culturales de la sociedad liberal (España siglo XIX), Madrid, Biblioteca Nueva/Editorial Complutense/Casa de Velázquez, 2003, p. 19-36.

 

----, « Entre imprimé et oralité : l’essor de la culture de masse en Espagne (1833-1936) » (Univ. de Lausanne).

 

Brandini Park, Histórias e leituras de almanaques no Brasil. Introd. de R. Chartier, Campinas, Mercado de letras, 1999.

 

Carreño, Myriam, « Almanaques y calendarios en la historia de la educación popular : un estudio sobre España », Revista de educación, 296 (1991), pp. 195-216.

 

Carreño, Myriam, « Almanaques y calendarios par maestros », Historia de la educación, 16, 1997, p. 47-63.

 

Checa Godoy , Antonio, (1986), Historia de la prensa jiennense (1808-1983), Jaén, Diputación de Jaén, 1986.

 

Herrera Serna, Laura, « La guerra entre México y Estados Unidos en los calendarios de mediados del siglo XIX », Boletín del Instituto de investigaciones bibliográficas, 1 y 2, 2000, pp. 149-206 + 25 imágenes.

 

Meyer, Marlyse (org.), Do Almanak aos Almanaques. Pról. de J.-F. Botrel,  São Paulo, Fundação Memorial da América Latina/Ateliê Editorial, 2001, p. 17-18.

 

Pérez de Castro, José Luis, « Almanaquería asturiana », Actas del II Congreso de Bibliografía Asturiana Celebrado en Oviedo, del 21 al 24 de abril de 1999, (Oviedo), Principado de Asturias, 1999, pp. 31-55.

 

Petit, Nicolas, L’éphémère, l’occasionnel et le non-livre (XVe-XVIIIe siècles), Paris, Klincksieck, 1997.

 

Porro Herrera, María José,  El siglo XIX literario en las prensas de Córdoba, Jaén y Málaga. Estudio y aproximación bibliográfica, Córdoba, Universidad, 1996.

 

Quiñónez, Isabel, Mexicanos en su tinta : Calendarios, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1994.

 

Ramos Pérez, Rosario, Ephemera. La vida sobre papel. Coleccción de la Biblioteca Nacional, Madrid, Biblioteca Nacional, 2003.

 

Torné, Emilio, « La mirada del tipógrafo : el libro entendido como una máquina de lectura », Litterae. Cuadernos sobre la cultura escrita, I (2001), p. 145-177

 

Vélez, Pilar (amb la col.laboració d'Albert Martí), Calendari i almanacs, Barclona, Estudis del Museu de les Arts Gràfiques, 1997.

 

Velasco, Honorio M., « Cultura tradicional en fragmentos. Los almanaques y calendarios y la literatura « popularizada », en Luis Díaz G. Viana (coord.), Palabras para el pueblo. I. Aproximación general a la literatura de cordel, Madrid, CSIC, 2001, pp. 121-144.

 

 



[1] Trabajo presentado en el VIII Seminario bio-bibliográfico del Instituto de Estudios Giennenses « Manuel Caballero Venzalá » el 16 de marzo de 2004.

[2] Por ejemplo, el calendario « de bolsillo », los dos nuevos tipos de calendario anunciados por la prensa en 1867, « para colgar de la pared : en forma de cuadro o americano, a manera de libro, cada hoja corresponde a un solo día » , o el voluminoso Almanaque Bailly-Baillière. Pequeña enciclopedia popular de vida práctica. El año en la mano.almanaque –Enciclopedia de la vida práctica Librería Sucesores de Hernando, 532 p., trasunto español del Almanach Hachette.

[3] Esta situación la comparten, como se sabe, los llamados « ephemera » (Ramos, 2003 ) y los « no libros » (Petit, 1997), a no ser que tengan un « valor » derivado de sus ilustraciones, por ejemplo. En la catalogación, se nota a menudo las consecuencias del ambiguo estatuto del calendario y del almanaque, al ser tratado como publicación periódica o no pero serial o como publicación suelta, folleto (a veces en la sección de raros) o libro, según el número de páginas  y, a veces, en colecciones facticias, por el título o por el nombre del autor, con no poca dispersión e imprecisión, por consiguiente.

[4]  En mi estudio titulado « Almanachs et calendriers en Espagne au XIXe siècle : essai de typologie », procuro delinear las principales características del fenómeno en la España del siglo XIX.

 

[5] En 1860, el porcentaje de alfabetizados en España es de un 19, 95% (16, 23% en Andalucía  y 16, 35% en la provincia de Jaén. Desde otra pespectiva : en 1860, Andalucía tiene el 15.71% de los 3 millones y pico de alfabetizados españoles (Castilla la Vieja tiene el 21, 11%) ; en 1920,  el porcentaje andaluz de los 9.876.501 alfabetizados es sólo de un 13.47% (15, 87% en Castilla la Vieja). María José Porro Herrera (1996) sitúa a Jaén muy por debajo de Málaga y hasta Córdoba por lo que a producción impresa literaria respecta. Pero, ¿ quid de la producción de libros e impresos no literarios ? Por Antonio Checa Godoy (1986), sabemos de muchas publicaciones periódicas giennenses y también se imprimieron romances y coplas de cordel como, en los años 1880, el GRANDE MILAGRO o Horrorosa aparición en el cielo, del gran LEON (imprenta de Granadino y Cía.

[6] Como el Almanaque de « La Andalucía » para el año de 1864 (gratis a sus suscritores) o el Almanaque del Heraldo carolinense para 1899.

[7] En 1867 : en venta en la librería de F. Moya.

[8] Además de los Calendario(s) para el obispado de Jaén (cf. nota11 )  se conservan en el Instituto de Estudios Giennenses la Guía oficial de Jaén y su provincia y almanaque para 1891 (y 1893, 1894 y 1910) de César Picatoste y luego Jerónimo Serrano Pérez (quien lo imprime), una Guía de Jaén para 1866 por Don Manuel María Bachiller (Jaén, Est. Tip. de D. F. López Vizcaíno ; Impresor de la Real Casa, 1865, las Efémerides del Almanaque civil de 1815 impresas por Pedro de Doblas para el obispado de Jaén, el Almanaque del Heraldo Carolinense (Semanario ilustrado) para 1899 (¡ una lista por completar !).

[9] Los más difundidos son los llamados zaragozanos :  El Firmamento, desde 1840, según el editor, Mariano Castillo ;  El Cielo  en…, desde 1807, según afirmación de 1920, de Joaquín Yagüe (en 1866, llega a titularse El zaragozano) ;  el Calendario zaragozano de Francisco Hernández (desde1856, según el editor), pero también el Calendario zaragozano. El Observatorio por D. Víctor Reneu (existe en 1897), el Calendario Zaragozano. El Tiempo por D. Fernando Jimena Jiménez (existe en 1889). De que existen varios zaragozanos en 1899 es prueba la advertencia de F. Hernández, en la cubierta de su Zaragozano : « Fijarse en el nombre del autor. No equivocarle con otros zaragozanos ». También analizo O Gaitero gallego (en gallego), el Calendari dels pagesos (1861) (en catalán), el Calendario del ermitaño (1875), O mintindeiro verdadeiro, El profético alcoyano o La pata de cabra, el  Calendario del Profeta (1872), El calendario del Principado de Cataluña (desde 1860, pero en 1799 ya existía un calendario con el mismo título), el Almanaque  Bristol que, según los editores, se publica desde 1833).

 

[10] El relativo desinterés de la investigación por este segmento del patrimonio bibliográfico español (Vélez, 1997, Carreño,1997, 2001, Botrel, 2001, 2003, Pérez de Castro, 1999) y más aún por su dimensión « popular » (Velasco, 2001), contrasta con lo observable por ejemplo en México (Herrera, 2000, Quiñónez, 1994) o Brasil (Brandini, 1999, Meyer, 2001).

[11] Gracias a Encarnación Medina Arjona y a Salvador Contreras, he tenido acceso a las ediciones para 1828, 1831, 1834, 1836, 1839 y 1866, conservados en el Instituto de Estudios Jiennenses. En la Biblioteca Enrique Torral (T. 00101) se conservan las ediciones de 1832 a 1838 y el de 1840, comprados en 1950 a Antonio de Guzmán, librero anticuario en Madrid.

[12] Esto es, la aparición de los almanaques « literarios » e ilustrados, de periódicos (inclusive los números-almanaques no autónomos) o enciclopédicos y administrativos (de Bailly-Baillière, por ejemplo).

[13] No obstante, pudieron existir publicaciones trimestrales o semestrales como aquel Calendario y pronóstico publicado en el reino de Jaén, con lo cual teme el real Observatorio de Marina que « disminu(ya) el nuestro (el Almanaque náutico o Efemérides del Observatorio de Marina de San Fernando… (publicado desde 1790-JFB), alucinado el público en la apariencia con el anuncio más frecuente de las alteraciones atmosféricas y teniendo además en él la parte principal del santoral, circunstancia que influye mucho para su mayor despacho » (Biblioteca del Instituto de estudios Giennenses, 264-11 (460.352 Jaén) « 1815 »).

[14] Cuando se trata de un almanaque vinculado a una publicación periódica, por el de la publicación de referencia, sin que siempre se identifique como almanaque (cf. los  números almanaques)

[15] Ejemplos :  Calendario/para el arzobispado/de Sevilla,/correspondiente/al año de 1866./Dispuesta su parte astronómica en el Observatorio/Nacional de Marina de la ciudad de S. Fernando/con arreglo al meridiano de Sevilla que se halla/en la Longitud 0h 0m 54 s2 al este del Obser-/vatorio, de San Fernando, y su latitud/ 37° 22’35’’ 0 Norte/Añadido/con el callejero de Sevilla, Alma-/naque portugués y otra porción de/curiosidades./Impreso con la autorizacion del Gobierno Ecle-/siástico de esta Diócesis. Sevilla, 1865, Imprenta de D. Eduardo Hidalgo y Compañía ; El Firmamento –1a edición- Calendario zaragozano para 1905 arreglado para toda España por el célebre astrónomo y único observador (Retrato) don Mariano Castillo y Osciero ;  Calendario religioso, astronómico y literario arreglado al Meridiano de Zaragoza según el horario de España, con el santoral del Martirologio Romano Español para el año de...por Fray Ramón Ermitaño de los Pirineos ; O Gaitero de Lugo Calendario galego dende xaneiro ata decembro do 2004 Se-gún as ouservacións feitas no Observatorio da Cidade do Santo Froilán.

[16]  Calendario del Ermitaño, Calendari dels Pagesos, El Zaragozano en 1920, Calendario Zaragozano, El Firmamento. Estas formulaciones las sugiere a veces la misma tipografía (cf. por ejemplo, « ALMANAQUE pintoresco DE BRISTOL »).

[17] Cf. , por ejemplo, El Cielo en 1859 donde J. Yagüe se refiere a la « edición chica » para 1856. o las « cinco ediciones numerosas » del Calendario zaragozano de Francisco Hernández propuestas en 1899: edición grande de 32 p. ; económica de 16 p. ; de cartera de 32 p. ; edición ilustrada de cuentos de 48 p. ; con la guía de Madrid de 80 p.

 

[18] Si bien Zaragozano era famoso astrólogo/astrónomo (Vitoriano Zaragozano y Zapatero, astrónomo y médico español (1545-1602), autor de lunarios), ya se ha convertido en nombre común para designar cierto tipo de calendario « zaragozano » o sencillamente un Zaragozano (con mayúscula), y aparecieron nuevos autores como el autoproclamado « reputado » o « célébre » « Copérnico español D.F.H.Y. (Francisco Hernández) o Fray Ramón o Joaquín Yagüe « conocido por el Zaragozano » o « el astrónomo aragonés » (El cielo en 1859).

[19] El 5 de octubre de 1999, por ejemplo, pude conversar por teléfono con Rafael Escribano ( ?) ,  el autor « almanaquero » de El Firmamento para el año 2000 distribuido por Agartorre (Mirlo, 23 (Campamento), 28024 Madrid) y editado por cuenta de la familia propietaria de la marca. 

 

[20]  En 1859, por ejemplo, J. Yagüe convida a sus lectores a comprobar « la exactitud que ha existido en (su) calendario y el que todos hemos presenciado » (en…1856). En 1895, El Firmamento afirma que « los pronósticos de D. mariano Castillo y Osciero han sido, son y serán verdaderos, y esto el público lo verá, comparando nuestro calendario con los demás que se publican ».

[21]  Hoy en día, el editor del Calendario del Corazón de Jesús (Ediciones mensajero, Bilbao), por ejemplo, podría facilitar este tipo de datos.

 

[22]  Para El Cielo en 1857 de J. Yagüe, por ejemplo.

 

[23] Llama la atención, por ejemplo, la permanencia de la « diócesis », del « reino » o del « principado » como ámbito de referencia para los almanaques y calendarios y el que El Almanaque para 1959 de la Papelería Orta de Linares, por ejemplo, fuera impreso en Plasencia (Cáceres) por la Editorial Sánchez Rodrigo.

[24] En 1899 su dirección es Calle de cabestreros, 5, Madrid y se presenta como una casa fundada en 1850.

[25]  Cabe fijarse en las consecuencias del carácter anual de la publicación, con una publicación a principios del cuarto trimestre, lo cual obliga, por ejemplo, a los editores del Calendario de J. Yagüe para 1920 a pedir a los alcaldes y curapárrocos que trasmitan sus observaciones sobre ferias, mercados y fiestas mayores antes del mes de Agosto, « teniendo en cuenta que este Calendario, por sus enormes tiradas, entra en prensa en dicho mes ».

 

[26]  Para precisar la posición de la luna se utilizan unos símbolos gráficos y/o abreviaturas como « Cto. Men., Cte,  L. Nva.,  L. llena » ; se anotan con una * los pueblos donde hay feria, las fiestas de precepto van señaladas en letra bastardilla, y sabrá el lector giennense interpretar unas abreviaturas como « Bend. Pap. En el Carmen/ B.P. -Temp. -Orns –V.g. de cárcs –Cto. Crec. –I.P. /Ind. Plen. –vg y mar. Abs. Gral », etc. (véase la muestra).

[27] Como el Calendario (mural) del obispado de Jaén para el año de 1868 (Jaén, Imprenta de Rubio y Compañía, 1867), un pliego en el que quedan, al dorso, 13 huellas de pegamento de 4 colores distintos Instituto de Estudios Giennenses).

[28] En1895, El Firmamento está aún cosido y en 1902 viene con grapas.

[29] Cuando se sustituye por otra, esta es copia casi perfecta de la anterior

[30] Biblioteca del Instituto de estudios Giennenses, 264-11 (460.352 Jaén) « 1815 ».

[31] Estaba a la venta otra edición, más voluminosa, por 950 pesetas.

[32] Véase Brandini, 1999.

[33] En 1866, el Calendario para el obispado de Jaén (238 p.) se vende por 14 reales (3, 5 pesetas). En1893 la Guía de la provincia de Jaén  de César Picatoste se vende por 3 pesetas (208 p.+Anuncios).

[34] Con sus hojas diariamente deshojables, el calendario de « taco » es el mejor ejemplo.

[35] cf. El Cielo en 1859 : despacho en casas de comercio siguientes : Madrid,  Barcelona, en la tienda de los andaluces, Valencia, Carcagente, Denisa, Ayora, Alcoy, benisa, Pamplona, Tudela, Estella, Barbastro, Sevilla, Granada, Málaga, Antequera, Zaragoza. A principios del siglo XX, los pedidos de El Firmamento se hacen a la Hija de M. Rodríguez en Madrid, pero por lo impreso en la cubierta del mismo se puede deducir que se vende en la Librería de La Viuda de R. Mariana, Lonja, 2, Valencia  (con la posibilidad de que lo mismo hicieran otras librerías en otros puntos de España) cuando la impresión en 1927  aún se hacía en Madrid por la Sucesora de M. Minuesa de los Ríos, Miguel Servet, 18.

[36] Con referencia « al meridiano de » o « al observatorio de… » , o, al contrario, la mención « arreglado para toda España », por ejemplo.

[37] Caso de los productos del  Doctor Santoyo (Dentófilo infantil, Dermatógeno, Mundificante, tres medicamentos que obran como mano de santo,  elaborados por su hijo y sucesor en su laboratorio de Linares.

[38] La dificultad es a veces para el investigador de hoy…