Lectoras  de óleo y papel (1860-1930).


en: Pura Fernández, Marie-Linda Ortega,  La mujer de letras o la letraherida. Discursos y representaciones sobre la mujer escritora en el siglo XIX , Madrid, C.S.I.C., 2008, pp. 101-114.

 

Al margen del discurso sobre la lectura feminina y de las representaciones de lectoras o de situaciones de lectura en la literatura española, que pueden o no coincidir con discursos o visiones de otros países (cf. Chartier, Hébrard, 1994), las imágenes o plasmaciones icónicas plantean, de hecho, un problema similar,  acrecentado por la escasez  de documentos y la dificultad de su interpretación en la diacronía: ¿en qué medida pueden ser reveladoras de una posible evolución en la visión de la  lectura y de sus prácticas femeninas, cuando  la lectura y las prácticas efectivas o reales quedan en gran parte por documentar?

De ahí que como complemento y/o contrapunto a la visión pictórica universalista (o casi) del libro de Stefan Bolmann (2006), española de María López Fernández (2006), o catalana del catálogo del Museu Nacional d’Art de Catalunya ( Comadira, 2005), como contribución al enriquecimiento y diversificación de una visión retrospectiva diacrónica, se ofrezca como propuesta personal, desde luego ensayística y lacunaria, para una futura historia más completa de las prácticas de lectura –las reales y las representadas-, una selección organizada de documentos más ordinarios o difundidos, publicados en España por artistas españoles, como pueden ser las fotos o las ilustraciones de revistas donde la lectora está representada como  en una “mise en abyme” : una como invitación al acopio de un corpus de textos y de imágenes más exhaustivo en la larga y mediana duración.

 

De pensativa a activa. De la situación tópica que es la de la mujer sentada en una butaca, con indumentaria convencional de interior (Rivalan Guégo, 2007, 15), leyendo o soñando con el libro en la mano –la situación de la lectora de Ricardo López Cabrera (Infantes, Lopez, Botrel, 2003, 786), aún muy representada por Rusiñol (Comadira, 2005, 139) o  Alexandre de Riquer en sus exlibris (Comadira, 2005, 131)- o de la lectora sentada ante un piano descifrando la partitura, se llega a principios del siglo XX a una representación de la mujer lectora sorprendida en un acto de lectura activa e inmediata, de pie o tumbada, como en los cuadros o dibujos de Ramón Casas (Infantes, Lopez, Botrel, 2003, 786)  quien también también representa a escritoras (cf. Comadira, 2005, 129) que por cierto han abandonado ya la clásica pluma. Hasta se ven lectoras que van leyendo caminando (doc. 1). Cuando de lecturas de interior se trata, ya no tiene por qué la mujer quitarse la ropa de fuera, ni instalarse para una actividad larga productora de ensimismamiento:puede quedarse la lectora de manera casi precaria, para la lectura de un in-folio en un banco vista por Santiago Rusiñol en “Fulls de la vida” (Comadira, 2005, 128), medio sentada en una silla con los codos apoyados en una mesilla, según Demetrio para La Novela de la noche (Rivalan Guégo, 2007, 116) o como amontonada en  la femenina “Tertulia (Cabaret)” de Ángeles Santos : compárese con “Una poesía” de Juan José Zapater (Infantes, Lopez, Botrel, 2003, 779), con la foto del salón-tertulia de Galdós leyendo una obra suya (Elliott, 1991) o con la lectura compartida de las Obras completas de Paul de Kock imaginada por E. Planas  (Infantes, Lopez, Botrel, 2003, 780). Se sospecha que la lectura está preparando una actuación hacia afuera, de tipo empresarial o galante (ya en “Las jóvenes o la Carta” de Goya) , con iniciativa. La representación de la lectura más íntima consentirá en los años 1920, la visión conjunta de un libro y de un cuerpo desnudo (cf. Rivalan Guégo, 2007, 117). Cambia la propia manera de asir el libro o el impreso o cualquier documento: una de las manos puede descansar en una cadera más o menos marcada (cf. Infantes, Lopez, Botrel, 2003, 786 y doc. 2) y del regazo pasa a situarse el libro en el muslo o la rodilla (Infantes, Lopez, Botrel, 2003, cubierta).

 

De madre educadora a lectora. Dicho movimiento de ruptura que conlleva la autonomización, apropiación e individualización de la lectura, hace que la imagen de la lectura dentro de la familia, como la del Semanario Pintoresco Español (Infantes, Lopez, Botrel, 2005, 773) o la madre lectora para sus hijos (cf. Infantes, Lopez, Botrel, 2003, 785 y doc. 3), quede reservada para representaciones ideológicamente orientadas, desde el sector católico, y la “Nena dormint” en el cuadro de Francesc Gimeno (Comadira, 2005, 143), está durmiendo sobre el libro que sola estaba leyendo. En los años 1930, en el prospecto de las Bibliotecas Rodríguez (doc. 4), se puede ver a niñas y niños corriendo sedientos hacia una lluvia o ducha de libros. Lo que a menudo resultaba ser un adminículo símbolo de la sabiduría espiritual viene a transformarse explícitamente en fuente de placer o en herramienta laica, ya no única : este el caso de la mujer de Casas sentada en una biblioteca con libros amontonados en una mesa y un libro de arte (Art) abierto sobre un muslo (Infantes, Lopez, Botrel, 2003, cubierta) o de la lectora dibujada por Penagos en 1918 (doc. 5), para un placer individualmente experimentado  y  un ocio reivindicado al que puede fantasmáticamente cooperar  una esclava negra cuando de la lectura de Blanco y Negro se trata (Rivalan Guégo, 2007, 15-16). Es un claro contrapunto y eco a la vez  a un discurso moralista que no ceja, siendo la lectura, según algunos, una amenaza para la salud, como en “Clorosi” de Sebastiá Junyent (Comadira, 2005, 136) y hasta la vida (cf. Frida (Los libros que matan) (Infantes, Lopez,Botrel, 2003, 777) –aunque el Jarabe Hipofosfitos en Mi libro (doc. 6) no le presta oficialmente ninguna dimensión nociva)-  o una actividad ridiculizada hacia 1910 por Bartolozzi cuando de Feminismo en acción y de oratoria leída se trata (doc. 7).

 

El modelo masculino apropiado. Por las posturas adoptadas para fotos y retratos de  mujeres en los estudios de fotografía, fácilmente se puede comprobar que el tradicional libro cerrado en la que apoyaba una mano el varón, queda apropiado por las mujeres (doc. 8), lo mismo que el aggiornamento del soporte de lectura, como es la  utilización de una revista ilustrada para una  lectura por supuesto simulada (doc. 9). En la calle se mezclan ya lectoras y lectores, de todas las edades (doc. 1) y las chicas jóvenes pueden manifestar su complicidad de género en los prospectos de la Editorial Miguel Albero (doc. 10). Hasta las pastoras  llegan a leer (doc. 11).

            Acompaña esta apropiación del modelo masculino, una laicización y la desexualización del libro y  de la lectura. Son todas aquellas representaciones en las que el libro deja de ser el devocionario presente en las fotos de primera comunión (abiertos para una lectura fingida o cerrados) o en “Lectura” de Joan Llimona (Comadira, 2005, 135), para ser un bien indiscriminadamente codiciado por mujeres y hombres , como en la cubierta de Para todo el mundo (Infantes, Lopez, Botrel, 2003, 783) o la publicidad de Saturnino Calleja (Botrel, 1988, cubierta). Cada vez más  se puede identificar, por el tamaño u otro algún indicio como la cubierta, el libro con  la literatura de ocio (Rivalan Guégo, 2004). Hasta para un revista escolar como Fémina “Organo defensor de la Federación Católico Femenina de Estudiantes” (doc. 12), la lectura feminina activa pero seria –y con trenzas- puede hacerse emblemática de un género aún por reivindicar.

 

La lectora y la no lectura. Así y todo, la representación nueva de la mujer lectora no deja de ser relativamente excepcional o minoritaria : en la abundante colección de reproducciones de cuadros del Institut Amatller en Barcelona, por ejemplo,  o sobre las cubiertas de La Novela de hoy , aleatoriamente repasadas, no suele menudear. Asociados con la representación pictórica o no de la mujer, si bien a principios del siglo XX “mujer y lectura (es) tema frecuente en las portadas de revista” (Rivalan Guégo, 2007, 15), posiblemente se vean más abanicos que libros o periódicos –excepto cuando de vendedoras de periódicos se trata- (cf. López Fernández, 2006, 110-112 y 120-123). Se trata, más bien, de una especie de reivindicación enfrentada con la representación más tradicional de mujer instrumentalizada pero también tentadora y con iniciativas: de ahí que el personaje de la lectora para unos oyentes masculinos (doc. 13) o la representación en la cubierta para Pérez y Pérez de F. Sassone (doc. 14), de un varón sentado con un libro entre manos, donde otrora mutatis mutandis se sentara la lectora de Ricardo López Cabrera (Infantes, Lopez, Botrel, 2003, 786),  bajo la mirada de una mujer no tan deseosa de lecturas,  resulten  todo un símbolo de una ya posible inversión de los papeles.

            De cualquier manera, entre lo convencional y lo novedoso o genuino de la representaciones de la lectura femenina en España anda el juego, y  conste que, siendo la visión habitualmente masculina dicha representación, solo por referencia al modelo varonil de la lectura puede ser leída.

 Quede, pues, para otro evento, el imprescindible “pendant” masculino de este urgente ensayo icónico-interpretativo.

 

Jean-François Botrel (Univ. Rennes 2/PILAR/UNED).

 

Bibliografía.

Bollmann, Stefan, Las mujeres que leen, son peligrosas, Madrid, Maeva, 2006.

Botrel, Jean-François, La diffusion du livre en Espagne (1868-1914). Les libraires, Madrid, Casa de Velázquez, 1988.

Chartier, Anne-Marie,  Hébrard, Jean,  Discursos sobre la lectura (1880-1890), Barcelona, Gedisa , 1994.

Comadira, Narcís, La paraula figurada. La presència del llibre a les col.leccions del MNAC, Barcelona, Museu nacional d’Art de Catalunya, 2005.

Elliott, John, Le monde hispanique…, Paris, Vilo, 1991.

Infantes, Víctor, Lopez, François, Botrel, Jean-François (dirs.), Historia de la edición y de la lectura en España 1472-1914, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2003.

López Fernández, María, La imagen de la mujer en la pintura española, Madrid, A. Machado Libros, 2006.

Rivalan Guégo, Christine, « Texto e imagen : la cubierta al encuentro del público », in : Cátedra, Pedro M., López-Vidriero, María Luisa (dir.), Páiz Hernández, María Isabel de (ed.), La memoria de los libros. Estudios sobre la historia del escrito y de la lectura en Europa y América, Salamanca, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2004, tomo II, p. 719-729.

----, Lecturas gratas o ¿la fábrica de los lectores?, Madrid, Calambur, 2007.

 

Documentos.

    1    De La Novela Aventura, n° 59 (29-XII-1934) (Colección particular) .

    2    P. 1 de cubierta de La Novela de Hoy, n° 53 (18-V-1923) (Colección particular).

    3    Lámina de La Madre de los Desamparados de E. Pérez Escrich y F. de P. Entrala, Madrid, Miguel Guijarro ed., 1867 ó 1871  (Colección particular).

    4    Prospecto de Bibliotecas Rodríguez (Burgos, circa 1930) (Colección particular).

    5    P. 4 de cubierta de La Novela Policíaca, n° 113 (20-VIII-1918) (Colección particular).

    6    P. 1 de cubierta del folleto Mi libro obsequiado por el Jarabe de hipofosfitos Salud (Colección particular).

    7    P. 1 de cubierta de La Novela de Ahora, n° 119, Tercera época, Año V (Colección particular).

    8    Fotografía (finales del XIX) (Colección particular).

    9    Fotografía (años 1920?) (Colección particular).

    10    Publicidad de la Editorial Miguel Albero (Madrid, años 1925-1930) (Colección particular).

    11    P. 1 de cubierta de Los Contemporáneos, n° 619 (2-XII-1920) (Colección particular).

    12     Fémina. Revista escolar. Organo de la Federación Católico Femenina de Estudiantes (1922).

    13    P. 1 de cubierta de El Libro de todos, n° 63 (1-II-1931) (Biblioteca Nacional de España).

    14    P. 1 de cubierta de La Novela de hoy, n° 409, 14-III-1930) (Colección particular).