DE LA HISTORIA DE LA LITERATURA A LA HISTORIA CULTURAL: ENSAYO DE AUTOHISTORIOGRAFÍA (Jean-François Botrel, Catedrático emérito en la Universidad Rennes 2-Haute-Bretagne). ( Revista de historiografía , 2004, n° 1, pp. 10-19).
A Carlos Serrano, in memoriam.
«Mis ideas no son mías; son de la sociedad de donde las saco y de donde se me devuelven socializadas»
(Miguel de Unamuno).
Vaya por delante este pensamiento para intentar dar sentido y legitimidad a lo científicamente dudoso que puede parece un sediciente «ensayo de autohistoriografía»… Pero más dudoso aún resultaría el pretender hacer la historiografía de una corriente de investigación dentro del hispanismo francés prescindiendo de las previas aportaciones parciales o individuales… Valga , pues, este egodocumento de un hispanista historiador de la cultura española del siglo XIX como contribución indirecta y directa a la reflexión sobre la manera de escribir «una» historia.
Como sabemos, «historia cereum nasum habet» , y «la mejor vacuna contra la ingenuidad» es el análisis de los mecanismos que imperan en la producción de la historia, sometiéndolos a una rigurosa indagación (1), buscando posibles isocronías o desfases entre una historia y la corriente general.
Por otra parte, si el mirarse la nariz el historiador en su propio espejo puede ser causa de deformaciones y de una aborrecible hipertrofia del ego, el recapacitar también es un saludable y necesario ejercicio para cualquier investigador (2). Como el análisis para un futuro psicoanalista, es trabajo preparatorio imprescindible antes de arriesgarse a reflexiones de mayor envergadura e interés.
Convertirse, pues, por decisión propia -aunque animado por una invitación ajena- en un «documento» , que, por vía de la introspección y de la puesta a distancia, se construye y da a ver, puede ser una salutífera obra de humildad, al revelar toda clase de flaquezas, incluso las más ocultas, y tener, por añadidura, unos fines altruistas.
De este ejercicio de memoria, con no pocos aspectos biográficos o de examen de conciencia, combinado con un sincero esfuerzo por poner a raya la subjetividad y una enunciación distanciada (3), podrá resultar una reconstitución de un camino andado entre 1963 y 2003, pero también una reflexión sobre el itinerario y el caminar, con sus metas, tumbos y dudas, desde el primer programa de investigaciones sobre la «crítica literaria» hasta la práctica de algunas modalidades de la historia cultural, pasando por la historia del libro y de la lectura, de la prensa, de la literatura y cultura del pueblo, de la novela, poniendo por obra unos métodos prestados de la sociología, la antropología, la lingüística, el psicoanálisis y, por supuesto de la historia y del análisis literario, con bastante pragmatismo y harto atrevimiento, por aparte de un obrero y arquitecto de un edificio propio y ajeno.
Como documento legado a la ciencia de la misma manera que se lega un cuerpo (4), podrá lo que va a continuación ir a parar en el acervo de los muchos documentos que han de ser base para una historiografía como Dios y la Ciencia mandan (5), y, para elaborarlo, se planteará primero el problema de las fuentes de la memoria, para luego intentar poner en perpectiva histórica la producción científica habida e interrogarse, por fin, sobre el contexto y los condicionamientos del sujeto investigador (6).
1. Las fuentes de la memoria de la investigación. Para hacer memoria de 40 años de investigaciones y dejar sentados lo más objetiva y rigurosamente posible los datos –incluso cronológicos- de la producción científica para una posterior definición de los hitos, importa establecer una rigurosa y caracterizada lista de los resultados, con los discursos «de producción» de corte programático o evaluativo conservados o publicados, y buscar en el archivo y en la biblioteca cuanto puede contribuir a la comprensión de su génesis y devenir, antes de recurrir a los recuerdos propios o ajenos.
Formalmente, lo más significativo y fidedigno es lo resultante de inventario razonado de toda una «producción científica», de distinto calibre y relevancia, por supuesto. En ella caben no sólo todas las publicaciones científicas tradicionalmente tenidas en cuenta (libros, artículos en revistas, contribuciones en obras colectivas, dirección de las mismas, etc.), sino también, «río arriba», toda una producción original casi siempre oralmente publicada (ponencias, comunicaciones, discursos, etc.) , y , «río abajo», las evaluaciones formales (reseñas, informes sobre tesis, prefacios, etc.), y la divulgación científica, por escrito o por oral (conferencias, seminarios, mesas redondas, traducciones, ediciones, exposiciones, emisiones radiofónicas, películas, reproducciones en la prensa o en antologías, etc.), inclusive lo que no remite al hispanismo, pero sí a un discurso experto, ya que no puede haber escisiones en el quehacer de un individuo investigador (7).
A este corpus de 480-500 ítems pertinentes para el presente estudio, se le puede aplicar unos métodos derivados de la llamada «cientometría», cuantificando por géneros o modos de producción, por lenguas utilizadas, por ejes o temáticas, etc., tanto para la producción oral como para la escrita, introduciendo, si cabe, unas dimensiones diacrónicas, con sus correspondientes gráficos, curvas, etc., para observar unas posibles evoluciones (8).
A este balance cuantitativo convendrá siempre aplicarle un criterio más cualitativo como es la difusión y el impacto, medido por el soporte, las reseñas, las citas o reproducciones en antologías, las traducciones a otros idiomas o las invitaciones a eventos científicos (9).
Por fin, no habrá de olvidarse el entorno a menudo informal de la investigación que, sin embargo, tiene relevancia para la producción formal final y contribuye a explicar su génesis y evolución (10).
Las informaciones sobre la génesis de dicha producción y al fin y al cabo su historia, se encuentran en gran parte en el archivo donde se conservan, todas aquellas huellas (apuntes, fotocopias, cartas, circulares, fotos, microfilms, carteles, manuscritos, originales, etc.) que han servido de base al proceso y/o lo han acompañado y son una como memoria de la investigación y del trabajo. El orden dado al archivo, con su plan de clasificación y su constitución progresiva (11), permite, a través de los sucesivos estratos, observar la evolución en los intereses científicos -las orientaciones abandonadas y las potenciadas- pero también los impactantes efectos de los avances de las tecnologías intelectuales, desde los textos copiados en una máquina de escribir con teclado español adquirida en Canarias o por mediación de una secretaria hasta el trabajo directo en la computadora (a partir de 1993), del recortado/pegado al copiado/pegado, de la carta manuscrita al emilio, etc.
El mismo tipo de informaciones ofrece, aunque de manera menos cuantiosa y segura, la biblioteca y su orden como rastro complementario de las lecturas hechas, las más en bibliotecas, con sus correspondientes apuntes: en los casi 4.000 libros y documentos adquiridos o recibidos para fines estrictamente profesionales en el campo hispánico –no hay libros heredados-, se echan de falta la mención sistemática de la fecha de adquisición y de comentarios marginales tan buscados por los investigadores sobre el «lector in libro». En cambio, puede vislumbrarse una añeja preocupación por la adquisición de documentos originales (libros, pliegos, estampas, papeles, rollos de pianola, etc.), material susceptible de servir de «dato», sin preocupación bibliofílica, en el sentido que se le suele dar, ni de coleccionismo.
Hasta aquí, la producción con todo el aparato impreso y memorial que lo acompaña antes y después, cuya movilización y aprovechamiento parecen imprescindibles para subsanar los fallos o lapsus de la memoria, para no trastocar fechas ni imponer perspectivas anacrónicas al tiempo de la investigación, y permitir una mirada más distanciada.
Su examen, siquiera somero, sugiere, al menos, tres tipos de comentarios: sobre la importancia de la oralidad, sobre la fragmentación y sobre el tiempo de la producción.
Si de la historia producida sólo suelen quedar huellas impresas, bueno es destacar, tanto en su producción –la «fábrica de la ciencia»- como en su comunicación científica, el relevante papel de la oralidad: más de las dos terceras partes de lo producido, sino es stricto sensu una producción oral (12), sí se ha beneficiado de una exposición oral, con el consiguiente e inmediato «feedback» de los debates formales e informales…. ¿ Dónde puede uno hacer constar las deudas inmateriales contraídas a base de las conversaciones formales o informales con maestros, colegas y amigos (13), más allá de las referencias bibliográficas o de alguna dedicatoria, toda aquella enseñanza mutua que casi siempre hace que los conceptos sean oídos antes de que leídos (14)?
Un ejercicio de etnometodología retrospectiva permitiría dar todo su alcance a esas reuniones físicas de investigadores (como los coloquios de Pau) pero también al hecho de «pertenecer» a una escuela (la llamada «escuela de Burdeos», por ejemplo) o a unos grupos de investigación, por lo que ofrece de manera permanente (información) y las oportunidades de reunirse e intercambiar a propósito de un campo o de un objeto, pero también de cooperar (15).
Otra característica de la producción científica observada es que consta mayoritariamente de unidades breves (de media hora a una hora, entre 10 y 20 páginas) y sueltas: piedras labradas o teselas con las que se va construyendo virtualmente un edificio o un mosaico cuya coherencia y diseño no constan sino en función de un sistema de fuerzas latentes y de una visión no explicitada a cada momento… De dicha fragmentación es sintomática, a partir de los años 1980, la evolución en parte del hispanismo francés de las tesis tradicionales hacia una concepción más abierta, expresada por unos títulos como «Recherches sur…» o «Pour une…», en las que cabían tanto unas contribuciones ya publicadas como unas aportaciones originales de mayor cuantía y cuya coherencia global –como proyecto y como realización- se les antojaba a sus jóvenes autores de entonces tan efectiva –y más- como la de una obra unitaria (16).
Por fin, por muy obvio que parezca, bueno es recordar que la investigación es tiempo: tiempo invertido y tiempo transcurrido para la necesaria fábrica pero también para las no menos necesarias maduración y evolución: para poder empezar a hablar de una «biblioteca azul española» o del «lector in libro» fue preciso que transcurrieran 10 o 20 años y entre la edición de Preludios de Clarín (1972) y la de su obra periodística completa han mediado casi 30 años (17).
Las propias condiciones de producción material de la historia han cambiado al filo de los años con la mejora de las infraestructuras y los avances de las herramientas, de las tecnologías y de los medios de difusión.
Por fin, el tiempo personal puede o no coincidir con el tiempo colectivo: no es lo mismo llevar a cabo investigaciones sobre Clarín en la España de los años 1960 y participar en la conmemoración oficial y consensual del centenario de su muerte, en 2001. Siempre hay que tener en cuenta, además, las consecuencias positivas o negativas de la duradera presencia en el palenque científico, cuando, por impregnación, uno llega a formar parte de la foto, para luego ir bajando en el cartel, hasta desaparecer.
2. Análisis de los discursos y de las prácticas.
Esta dimensión temporal es la que permite dar alcance historiográfico a un quehacer desarrollado en la aún corta duración, por medio del análisis de los discursos y de las prácticas que acompañan la producción científica propiamente dicha.
La primera formulación de un programa científico (esbozado en 1968), después de un periodo propedéutico, se remonta a 1970. Parte de una preocupación aparentemente clásica para ofrecer un proyecto de corte sociológico centrado en la «comunicación literaria», a pesar de su título: «Recherches sur la communication littéraire en Espagne à la fin du XIXe siècle» (18). Baste un extracto de dicho programa para entender los fines científicos y su trasfondo ideológico: « La critique littéraire (...) représente de par sa situation d'intermédiaire entre l'œuvre et le public, par le biais de la presse, un moyen d'approche privilégié du phénomène de la communication littéraire écrite considérée dans son ensemble, c'est-à-dire sans privilégier a priori aucun des éléments de la chaîne de relations qu'il ( sic ) constitue (producteur-émetteur; intermédiaires (éditeur, imprimeur, presse, livre critique, libraire, bibliothèque); consommateur-récepteur).
Ce phénomène est un révélateur particulièrement puissant de la société où il se produit dans la mesure où, de par la nature ambigüe de ses éléments, il dépend à la fois de l'infrastructure économique et des superstructures idéologiques et mentales pour lesquelles il est un lieu d'action et de réaction réciproques» (19).
Un inmediato requisito de tipo heurístico era la búsqueda y cosecha de informaciones, cuantificables o no, sobre los distintos elementos constitutivos de la cadena, con una marcada preocupación por la cientificidad y la idea –explicitada/formulada- que los resultados no podrían dejar de ser fragmentarios ya que todos los métodos que había que poner por obra (hasta el análisis lingüístico, psicoanalítico y «matemático» ( sic )) no los podía dominar un solo investigador. El modo operacional había de consistir en la descomposición de los fenómenos complejos en elementos relativamente simples, estudiar cada uno de estos elementos y luego volver a contemplar el fenómeno en su complejidad total o parcial, desde unos métodos derivados de la historia o la sociología histórica de la literatura, combinando una visión estática y diacrónica y un tratamiento automático «por máquina electrónica de las informaciones». Se había de llegar a un ensayo de teoría de la comunicación literaria, con una posterior ampliación a otros campos (comunicación oral y audio-visual) y otros niveles que el nivel literario (información, política, en otros momentos históricos y en otros países o lugares. Nada menos; pero al Comité científico de la Casa de Velázquez no le pareció en aquel entonces demasiado enrevesado ni despropositado el proyecto …
En este proyecto programático de ruptura con la tradición de la tesis literaria (como podía ser el modelo «el hombre y la obra») y la historia de la literatura, incluso la aún inspirada por Gustave Lanson, se notará la influencia de las teorías de la comunicación según Mac Luhan y de la sociología de la literatura según Escarpit y la escuela marxista que privaban en los años 1960 : a la literatura y a su entorno se pretende aplicarles unos métodos históricos y sociológicos. Sin querer ni poder hacer el balance de una corriente no agotada ni estancada, se podría decir, con palabras de 1997 (20), que con ella « irrumpen las series y las masas vs la unidad y las élites y la consiguiente necesidad de abarcar para comprender más que para clasificar: se dignifica al receptor-consumidor-lector/oyente/espectador y se impone la necesidad de no contemplar al hecho cultural (literario) fuera del contexto en que se produjo y/o del contexto que lo ve sucesivamente recibido/consumido, estudiándolo en situación , según expresión de Sartre».
Más decisivo que tan sistémico y esquemático programa tal vez sería sin embargo (así consta en los sucesivos informes sobre la marcha de la investigación entre 1971 y 1975) su muy pragmática puesta por obra. Supuso una intensa búsqueda de datos capaces de documentar «hechos» (literarios) a todos los niveles, con preocupación cuantitavista y desde unos firmes supuestos ideológicos (21), por parte de un investigador de terreno.
Aquí cabría hacer el inventario de las fuentes aprovechadas, previamente «inventadas» algunas de ellas, con la picaresca que supusoa veces : fuentes impresas «tradicionales» (algunas aún muy poco aprovechadas en la época, como la prensa, a la que no se consideró como mera y pasiva fuente, los epistolarios publicados, los censos de población, etc. ), en bibliotecas y hemerotecas, y manuscritas en los archivos públicos poco solicitados por los investigadores sobre la literatura como son los Registros mercantil, de la contribución industrial o de la propiedad intelectual, y, sobre todo, en los archivos privados inventados y aprovechados, gracias a un pertinacia bretona supuestamente idiosincrática o … al azar (22).
Para aquel investigador de todos los terrenos, de las librerías de viejo o de los baratillos o del espectáculo vivo, pero también de los sótanos urbanos y de los desvanes rurales (23), el resultado fue el acopio para el periodo contemplado de una ingente y original documentación –bases positivas para lo que se buscaba-, que ningún investigador podría, en su vida, pretender aprovechar del todo, pero que permitió -y sigue permitiendo- sentar datos o dar acceso a campos semi-ignotos o poco explotados.
El símil más explícito sería el del explorador y cazador, algunas veces metafóricamente furtivo (24), pero sin un excesivo «fetichismo documental» en el aprovechamiento de lo hallado. ¿Quién podría valorar los efectos, en la formación del investigador del campo de las ciencias humanas y sociales, de la experimentación, de la manipulación, de ese sacar los datos como las cerezas, hasta agotar o casi –siempre provisionalmente- la cesta?
Ese afán por buscar y encontrar «datos» tuvo por lógica consecuencia el salirse de los caminos trillados y de lo acotado, abriendo la perspectiva, y hasta del campo y de los límites cronológicos definidos aunque la exploración se centraba, por entropia jacobina francesa y desconocimiento de la realidad de la España del siglo XIX, más en Madrid que en Barcelona y otras capitales o lugares (25), con una actitud de receptividad por lo buscado y lo no esperado: de ahí unas visitas a las minas de La Carolina, la participación en las fiestas del Peropalo en Villanueva de la Vera, el diálogo con artistas, unas prácticas en las excavaciones de Beló, la asistencia a congresos de historia económica, por tomar algunos ejemplos, al margen de los lugares más formales y más «naturales», como los coloquios de Pau…
Con la tentación permanente de hacer historia de fronteras, de «extremaduras», historia «extrema» por lo arriesgado del ejercicio (como es atreverse con el « análisis factorial de los datos») fue como «surgieron» unos «nuevos» objetos –al menos para el investigador en cuestión- como el teatro portátil, las historias de cordel, los ciegos expendedores de impresos, o se fueron configurando de distinta manera otros ya «conocidos».
De esta manera, lo que iba a ser mero cómputo de tipo positivo se abrió, entre 1971 y 1975, hacia unos nuevos horizontes, con acceso a una visión sociológica y antropológica que incluía aspectos cualitativos ya, en una perspectiva aún muy cuantativista.
De ahí todos aquellos estudios que se apoyaron en unas estadísticas existentes o reunidas y explotadas o en cifras (como en el caso de la crematística de los escritores), pero no tantas como estaba previsto: si entre 1970 y 1989, se registran publicaciones sobre la capacidad lectora, el comercio exterior de impresos, el éxito editorial de las obras de Galdós, la novela en tiempos de La Regenta , los impesores, editores y libreros, etc., que estriban en cifras y estadísticas, muchos datos han quedado sin aprovechar (caso de la propiedad intelectual, las representaciones teatrales, los escritores) y aún más por recoger o completar.
Cejó la ilusión cuantativista por falta de tiempo y de medios, pero también porque, en una perspectiva de producción fragmentada, había necesidad de explotar exhaustivamente todas las series posibles (26), y sobre todo porque, al mismo tiempo, se abrían otras pistas desde una visión más ambiciosa y compleja, cualitativa e inscrita en la larga duración, donde se procuraba «restablecer la dialéctica entre los dos niveles momentáneamente distinguidos», como en lo estudios sobre la novela por entregas y sobre los ciegos del siglo XVII al XX (27). Pero, en aquel periodo, se nota, por ejemplo, la pertinaz ausencia de objetos de investigación vinculados con el canon literario.
El resultado de todo esto se puede observar factualmente diez años después en el conjunto de trabajos reunidos y publicados en 1981, para las los efectos de una tesis, en Pour une histoire littéraire de l’Espagne contemporaine (1868-1914) , con un nuevo texto programático que lleva el mismo título» (28), en el cual se citan ya a algunos autores de referencia: Escarpit, Goldman pero también Jauss, Eco, pero todavía no a de Certeau, Foucauld, Genette ni… Bourdieu (a pesar de varios estudios sobre «la condición del escritor» que hoy se podrían clasificar en el denominado «campo literario»)…
Con respecto al programa de 1970, la perspectiva resulta mucho más histórica y, tal vez, menos mecanicista. Se trata de situar la literatura, como conjunto no jerarquizado de textos, en el contexto de la historia general que la modeló y que a su vez ha resultado influenciado por ella, pues, «como superestructura relativamente autónoma, la literatura es dialécticamente testimonio y motor»; de reivindicar para la historia literaria un estatuto parecido al de la historia social, económica, etc. La base de la observación del investigador son los «hechos literarios», como existen hechos sociales o económicos, que por muy complejos que resulten no son la literatura pero son necesarios para su constitución, su emergencia y su constitución como tal. Permite conocer mejor las modalidades de la comunicación que se establece a través del texto, y con, el ensanchamiento material del campo de investigación, abre hacia unas nuevas aproximaciones a unos fenómenos literarios, más allá de los escritores, de las obras e incluso de las corrientes. La historia literaria propone pues la exploración del campo literario reconocido y no conocido; parte de la complejidad de los hechos para llegar en su caso a las leyes que rigen en su organización dentro de la historia general con la que la literatura, como fenómeno social, mantiene unas relaciones dialécticas constantes. Como cualquier producto humano la producción literaria se inscribe en la historia, en el centro de una haz de circunstancias que más o menos condicionan su realización intelectual y material. Debido al escaso desarrollo de la sociología histórica de los hechos literarios es imprescindible tener en cuenta todos los elementos del campo literario a un doble nivel (producción-consumo; emisión-recepción) así como en la diacronía, para contemplar la literatura en situación de comunicación, ya que la obra es un fenómeno de comunicación producido y buscado, con toda la cooperación que supone, sus circuitos, y su relevancia en la elaboración del «canon» (29). Estar y obrar por una «historia histórica de la literatura» (con explícita referencia a Lucien Febvre) supone pues que se ensanche considerablemente el llamado campo literario, conocer sus más ínfimos componentes en su complejidad y entorno, hacer funcionar los textos en situación histórica para procurar establecer las leyes que rigen en las relaciones entre el productor/creador, el texto y el público ; entre los públicos, los textos y los creadores/productores (30).
Dicho con palabras de 1997 (31), se trataba, pues, de «ser a la vez el explorador , cartógrafo y geólogo, no de un jardín a la francesa ni de un parque a la inglesa sino de un campo sin deslindar y sólo parcialmente roturado, para luego en el mapa observar (…), señalar erupciones, erosiones, permanencias, resurgencias y los caminos o vericuetos, las corrientes superficiales o subterráneas que quedaron inscritos y siguen abriéndose y manifestándose y los cauces de comunicación sofisticados o primarios por donde circulan».
Allí quedó formalizado en un cuadro sinóptico la visión de lo que después se demominará «mosaico» (32).
Este proyecto ambicioso, aunque limitado y esquemático, y sólo parcialmente llevado a cabo, se fue precisando e ampliando, con una evolución hacia una mayor preocupación por los actores y menos por los agentes, por un investigador cuya situación «objetiva» se modifica a partir de 1982 y hasta 1996, con un más intenso compromiso social que, en algún momento, pudo llegar a ser de dedicación casi exclusiva (33). Sin ser una total paréntesis, supone una participación menos intensa en la investigación más activa y coincide con la decadencia histórica de una de las ideologías de referencia –el marxismo-, con drásticas revisiones de su dimensión política, social y humana, y, en menor medida, científica.
En el campo de la historia es el periodo en que se produce la transición de la historia social a la historia cultural, de lo cuantitativo a lo cualitativo, y, dentro del hispanismo, a raiz de los cambios ocurridos en España, el tránsito de un hispanismo de sustitución a un hispanismo de cooperación (34).
En la organización del campo en que se da la producción científica correspondiente al periodo 1982-1993, es de destacar la importancia de la constitución de equipos de investigación como PILAR (Presse Ibérique y Latino-Américaine de Rennes 2), en 1981, para fomentar unos planteamientos pluridisciplinares en torno a la prensa considerada como objeto en sí, y ya no sólo como fuente, por decirlo de alguna manera, o como «Pour une histoire culturelle de l’Espagne contemporaine», en 1984, con un programa de investigación colectiva sobre el tema de las rupturas en el campo cultural cuya primera producción colectiva será 1900 en Espagne. Essai d’histoire culturelle (1988) (35). En ese marco colectivo de referencia –o no- y como evolución en el camino emprendido, a partir de 6 ponencias leídas en 1987 que son como de cierre y apertura a la vez (36), van cobrando relevancia y constancia, para la historiografía de la producción reseñada, unos nuevos objetos y/o métodos científicos: el examen en la larga duración de temas como el del bandido generoso (Diego Corrientes) o de los Amantes de Teruel a partir de un material anteriormente acopiado, un cuestionamiento del concepto de literatura nacional con una insistencia sobre el papel de la importación de textos extranjeros (vía las traducciones), la búsqueda del lector en el propio de texto, los intentos de exploración de dimensiones antropológicas como la risa o el erotismo, o la aplicación de hipótesis de corte psicoanalítico a la creación clariniana, siempre en contacto –aunque menos estrecho- con historiadores españoles y franceses.
Se puede observar –a posteriori- que coincide este periodo con el conocido momento en que deja de ser «confidencial» la historia cultural (37) y se da un desinterés por el eje temporal largo y la macrohistoria, con la vuelta al relato, con una evolución de la cuantificación del grupo hacia lo individual, de lo analítico hacia lo descriptivo, la microhistoria, la historia «al ras del suelo» (38), privilegiando la singularidad y ya no la serie como más apropiada como medio para revelar una manera de pensar o sentir, una tendencia a centrarse más en las prácticas que en los objetos (39). Dentro del hispanismo francés se traduce esto por una evolución de la historia social hacia una historia social de las representaciones que, por supuesto, incluye «en lo real las representaciones de lo real» como escribe Bourdieu.
Aunque no sería difícil encontrar antecedentes de este «giro» en las teorías formuladas en los años 1970 (40), lo cierto es que en las prácticas y planteamientos de investigación de los años 1990 es cuando se ve muy a las claras, por ejemplo en las evoluciones de una historia del libro cada vez más atenta a la historia de la la lectura y de los lectores, pero sobre todo de las prácticas y de usos culturales (41).
En la propia producción científica examinada, se puede observar el interés manifestado por la sociología del texto a lo Mac Kenzie, la genética textual, los nuevos lectores y una historia de las maneras de leer más que de la lectura (42).
Con respecto al programa inicial, se han ido afirmando cuatro ejes de investigación, o sea, además de la historia de la ahora denominada «cultura escrita», la literatura y cultura del pueblo (43), los novelistas de la Restauración (con ya estudios sobre algunas obras del canon literario, Fortunata y Jacinta , La Regenta ), y, en plan epistemológico, el hispanismo.
En la práctica, la producción oral y escrita remite tanto a la macrohistoria ya sin criterios cuantitativos absolutos ni dominantes, en la larga duración –resultados de un trabajo de acumulación cumulativo o de una visión panorámica- como la microhistoria con unos ecos de algo intuido vislumbrado hacia 1970 (44). Se nota una atención por objetos científicos que resultan ser mujeres y una marcada evolución en el espacio de expresión y difusión, ya mucho más europeo e internacional y no estrictamente franco-español, gracias al Centre d’histoire culturelle contemporaine de la Universidad de Versailles-Sain-Quentin, principalmente, con visos comparatistas indirectos y un nuevo encuentro dentro y fuera del hispanismo cada vez más filológico a nivel internacional, con los historiadores, pero también con bibliotecarios, antropólogos, etc.
En 1997, en un texto sobre «Producción y consumo de los bienes culturales: agentes y actores», se puede comprobar dicha evolución, con un relativo enriquecimiento de la problemática inicial, pero sin renunciar a la elaboración de leyes que estriben tanto a la observación de las series como en el microanálisis de situaciones individualizadas, que permitan comprender como «funciona» un bien literario o cultural como proyecto y realización y como satisfacción de variadas expectativas (45).
Para el eje de investigación sobre la literatura y cultura del pueblo, se puede ver cómo la inicial voluntad de reivindicar contra una concepción elitista de la literatura y de la cultura permitió, con el tiempo, probar que «al lado de los panteones literarios (que suelen las historias de la literatura y las bibliotecas) hay cementarios e incluso fosas comunes, osarios de lo diminuto y efímero, yacimiento de formas, textos, bienes y prácticas dispersos, reliquias de usos por parte del pueblo que para el paleontólogo e historiador de la literatura y de la cultura puede resultar un mamut» (46) y que, a propósito de la literatura de cordel o de la mnemoteca de las mujeres, se puede llegar a configurar un canon del pueblo (47). En todo caso, dicha exploración nos lleva a una nueva visión de la cultura española, libre del tradicional y simplista dualismo oral/escrito, a sabiendas de que existe una oralidad culta muy poco tenida en cuenta.
Un ejemplo de cómo los planteamientos y tratamientos de una misma problemática fueron evolucionando a lo largo de los años, podría suministrarlo el tratamiento de la problemática de la recepción en la producción científica examinada. Consistió, al principio, en «medir» (las capacidades de lectura en España entre 1860 y 1920, el éxito de las obras de Galdós, y después de las Ricardo León o Blasco Ibañez, la difusión del Madrid cómico o la oferta de novelas en tiempos de La Regenta ), pero también desde una sociología de la recepción en estudiar el comportamiento y la incidencia sobre su obra de los distintos públicos de Galdós, de Pequeñeces del Padre Coloma o de La Aldea perdida de Palacio Valdés, líneas de investigación de que, menos para la segunda, se pueden observar manifestaciones hasta la fecha. Después, al final de los años 1980, se manifiesta un interés por el lector obrando en el texto/discurso, a partir de un programa pensado por el autor/narrador, desde una estética de la recepción, con más Yser que Jauss, que permite revelar un saber lectorial supuesto o construido en los lectores de Galdós, Unamuno o Clarín. Al principio de los años 1990, la sociología y la historia social de la lectura privada y pública, suscita un interés por los discursos sobre la lectura, las prácticas de lectores reales, las de nuevos lectores (grupos e individuos, lectores de oídas o de imágenes e incluso lectores analfabetos). Hasta llegar a una perspectiva más antropológica con la cuestión del «lector in libro» (48).
En toda esta producción relacionada con el público y el lector –todos los lectores/as-, pero también los oyentes y, más excepcionalmente, los espectadores, sin perder de vista el autor y el texto-, en la aparente sucesión de intereses científicos que se superponen e imbrican, habrá no sólo la manifestación de fenómenos de moda científica sino la expresión de una relativa coherencia, confortada y enriquecida por el tiempo.
3. Introspección y condición del historiador. Este rápido repaso a un quehacer historiográfico, no puede prescindir, por fin, de un a modo de reflexión sobre el sujeto investigador, no disociable del objeto científico, y su personalidad social. Procurando objetivar lo que es en gran parte implicación, sus principales características podrían ser las siguientes (49).
Recibió una formación dentro de la tradición del hispanismo francés, con el original estatuto que en él goza la historia, lo cual permitió que se atreviera (con otros) a una especie de autodidacticismo culto, con prácticas transdisciplinarias o de diálogo interdisciplinario más o menos furtivas, para intentar escapar al conocido fenómeno de la reproducción.
No es historiador del gremio sino hispanista, con su «mirada distante», y si llega a ser historiador es de forma heterodoxa, desde una formación pluridisciplinar consustancial (lengua, literatura, civilización), dentro de una tradición peculiar, con una visión polifacética del objeto científico y la obligación de actuar como intermediario («passeur») cultural, pasando de una a otra lengua y, accesoriamente, contribuir al desarrollo de la ciencia común.
El haber nacido en 1942 le coloca en la categoría demográfica de las «classes creuses» de la II Guerra Mundial, que le permitió acceder precozmente (a los 19 años) a la estabilidad financiera y social de un funcionario de la docencia y de la investigación incorporado en 1967 a la universidad, con libertad y disponibilidad (¡ nada de «publish or perish»!) y dispuesto a invertir unos 15 años o más en la preparación de una tesis de estado, disfrutando además del apreciable equilibrio familiar y afectivo.
La institución universitaria francesa le permitió al mismo tiempo actuar legítimamente en su seno con, por ejemplo, tres años de dedicación exclusiva a la investigación en la Casa de Velázquez (1971 y 1974) y manifestar su disconformidad y disidencia, antes pero más aún después de 1968: alzarse en rebeldía contra el canon dominante y en cierta medida –dimensión más psicoanalizable- contra la autoridad y ser militante en pro de la transformación de la sociedad y del mundo y no sólo de la investigación desde una filosofía y un concepción marxista de la historia: la reivindicación del pueblo como objeto legítimo y necesario de investigación, por ejemplo, no habrá procedido únicamente de unos orígenes sociales populares.
No puede descartarse, por otra parte, que el haber ocupado posiciones de relativo poder haya tenido para el investigador más ventajas que desventajas: al administrar una entidad pluridisciplinaria en el campo de las ciencias humanas y sociales, al practicar la etnoadministración y al poner a distancia unas prácticas docentes gracias a la ciencia de los demás, y también -en Francia- el ejercer, siquiera durante pocos años, en París, etc., mucho se enriquece y transforma uno y no cabe disociar el compromiso social de la actividad investigadora y docente: son distintas facetas de una misma entrega.
Tal concepción permite superar, si cabe, el cuasi trauma que supone caer en la cuenta de que a pesar de ser investigador asiduo y amigo de la «historia total» (como meta, más que como práctica), el protagonismo de uno en la definición oficial de líneas de de investigación resulta más bien escaso (50). En cambio, sí pudo ser intensa la participación en la reflexión colectiva sobre una posible historia literaria y luego cultural de España y en función de una receptividad por campos a menudo separados (literatura, historia, folklore), existir una disponibilidad para respuestas casi siempre marginales, buscando entrar por los intersticios o la periferie, a la mayor parte de las invitaciones o solicitaciones recibidas, con una producción, por consiguiente, factual y coyuntural, determinada, por decirlo así, por iniciativas ajenas (51).
4. El azar y la necesidad. En esta ya larga relación mantenida con la historia literaria y cultural, el azar que en algún momento pudiera haber decidido de un alejamiento duradero y casi definitivo de la investigación, fue menos poderoso que la necesidad a la que obedece una condición de investigador del montón.
Es improbable que llegue, en vida, a completar la proyectada obra : el inacabado mosaico podrá deshacerse para, si cabe, aprovechar las arrancadas teselas para otras configuraciones, lo mismo que, en unos proyectados libros, el investigador podrá completar muchos vacíos gracias a las aportaciones de la nueva y buena historia cultural (52), toda vez que tengan estas aportaciones «tejido conjuntivo».
Como a menudo sucede la lectura a posteriori del libro sobre una investigación conocida de oídas viene a expresar algo quizá sólo intuido y sirve para resumir una posible visión ideal de la actitud del investigador: se trata de la introducción de Robert Gessain (un médico especialista de genética) a la síntesis escrita por André Burguière (historiador) a partir de trabajos de investigación llevados a cabo a finales de los años 1960 por sociólogos, etnólogos, historiadores, economistas, médicos sobre un microterritorio del finis terræ francés y publicado bajo el título Bretons de Plozévet (53), pensando mutatis mutandis en la España del siglo XIX.
En dicha introducción que viene a ser una reflexión a posteriori sobre lo realizado, obervaba quien fuera uno de sus iniciadores y responsables, que se había «atrevido» –se habían atrevido- a «poner el escalpelo en el tejido conjuntivo de las categorías disciplinarias», que en alguna medida el proyecto se había dibujado y/o evolucionado al filo de las encuestas (…) con la consiguiente necesidad (…) de forjar una nuevas herramientas conceptuales y técnicas», que se había dejado llevar por los hechos y que, en las encrucijadas, no había ignorado los caminos que se abrían, ya que «en la práctica del terreno «cada encuesta puede dar acceso a un nuevo objeto»; que así había obrado desde un ente totalizador e unificador policéfalo –un «Aristóteles compuesto»-, con el salutífero cultivo de la «oblatividad» como actitud de entrega a los demás sin esperar nada a cambio.
Mutatis mutandis esta podría ser, a escala de un investigador de la literatura y la cultura de la España del siglo XIX, lo proyectado a posteriori.
Al historiógrafo le corresponderá ver cómo puede atarse este cabo suelto.
1. G. Bourdé y H. Martin, Les écoles historiques , Seuil, Paris 1983, p.320.
2. Sobre todo cuando el investigador empieza a recibir ecos que suenan ya a tumba, y se da cuenta de que es mucho más perecedero aún que su producción científica.
3. Imponiendo una expresión sintácticamente impersonal al texto y dejando para las notas las reflexiones en primera persona.
4. Este legado incluye, por supuesto, todo mi archivo personal ya depositado en parte en archivos públicos.
5. El hispanismo en general, y muy concretamente el francés ya va siendo tenido específicamente en cuenta por la historiografía española: véase, por ejemplo, los números monográficos de Ayer (I. Saz (ed.), España : la mirada del otro , Ayer , 31, 1998, Historia contemporánea (El hispanismo y la historia contemporánea de España, Historia contemporánea , 20, 2000,), Arbor (J. Alvarez Barrientos (ed.), El hispanismo que viene , Árbor. Ciencia, pensamiento y cultura , n° 664, 2001), J. Canal, «Reflexiones sobre la influencia francesa en la historiografía contemporánea española a finales del siglo XX», en B. Pellistrandi (ed.), La historia francesa del siglo XX y su acogida en España , Madrid, Casa de Velázquez, Madrid 2002, pp. 337-362; J. M. Cuenca Toribio, «La influencia de la historiografía francesa sobre la española de la segunda mitad del siglo XX (edades Moderna y Contemporánea», en J.-R. Aymes y M. Esteban de la Vega (eds.), Francia en España, España en Francia. La historia en la relación cultural hispano-francesa (siglos XIX-XX), Ediciones Universidad, Salamanca 2003, pp. 181-210; F. de Luis Martín, «La influencia francesa en la historiografía del socialismo español», en J.-R. Aymes y M. Esteban de la Vega (eds.), Francia en España , ob. cit ., pp. 211-230.
6. Este examen y exposición de un discurso del método histórico y de una manera de escribir la historia que son las dos vertientes de la historiografía se da por supuesto que, como documento, tiene una formulación aún inestable.
7. Esta lista no se reproduce aquí. Un ejemplo de producción científica puede ser el cartel-panfleto «¡Encagez-vous!» (1972), con tirada de 300 ejemplares, concebido e impreso por un colectivo de tres miembros de la Casa de Velázquez, donde se aúnan el conocimiento científico de los pliegos de aleluyas o del cartelón de ciego y del verso de romance «noticiero» y el arte del dibujo para fines polémicos.
8. 100 ponencias, 144 libros, artículos en revistas y contribuciones en obras colectivas (o sea menos de un 30 por ciento del total), 96 trabajos de evaluación y unos 140 de divulgación. Un cálculo por temática hecho sobre las publicaciones permite observar que una tercera parte versa sobre libro, prensa y lectura, un 20% sobre la cultura del pueblo, un 15% sobre Clarín y los escritores de la Restauración, un 10% sobre la condición del escritor, y lo demás sobre hispanismo y epistemología, historia cultural e inéditos, con evidentes intersecciones. Entre un 50 y un 60% de las ponencias y publicaciones utilizan el español, las demás en francés, con alguna ponencia en portugués y unas contadas publicaciones en portugués, gallego e inglés y una en búlgaro. Un 15% de la producción científica total se ha publicado por oral o por escrito antes de 1981, un 25% entre 1981 y 1993 (con un marcado bache en 1990-1993), y un 60 % después, con un evidente aumento de la producción de evaluación después de la obtención del título de doctor (1981) y catedrático (1983), y una mayor producción de síntesis y de divulgación entre 1993 y 2003.
9. Un libro tiene más impacto que un artículo (incluso cuando se trata de una colección de artículos, como Libros, prensa y lectura en la España del siglo XIX , Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Ed. Pirámide, Madrid 1993, 692 p. (Biblioteca del libro, 53) (Res.: A. Ezama, El Gnomo , n° 2, 1993, pp. 200-202 ; E. Miralles, Anales galdosianos , XXIX-XXX, 1994-1995, pp. 164-167), y se puede observar que cualquier publicación en español tiene más impacto que otras no menos valiosas en francés…
10. A este entorno pertenecen las investigaciones proyectadas, los esbozos, las inacabadas, las responsabilidades administrativas y científicas, los comités científicos, los informes confidenciales, los discursos formales e informales (incluso alguno por cuenta ajena), las publicaciones periódicas creadas, dirigidas y a veces redactadas, las necrologías, la producción institucional (con textos firmados o no), etc.
11. El relacionado con la investigación sobre la España del siglo XIX consta de unos 8 metros lineares de apuntes conservados en carpetas, en tres series (T(esis) 1 a T 28 , L(ibro) 1 a L 12, D(ocumentación) 1 a D 35, más una carpeta sobre los ciegos (1971-1974), 6 carpetas sobre «historia de cordel», 28 sobre «historia del libro y la lectura», 1 caja sobre «aleluyas», 1 sobre «almanaques» , 9 sobre «Literatura y cultura del pueblo», 3 cajas de fotos y microfilms, y un archivo específico sobre Leopoldo Alas, Clarín, sin tener en cuenta la documentación aneja (originales, programas, correspondencia, etc.).
12. Es, preferentemente, una forma de expresión entre el «discurso escrito» (distinto del texto escrito leído) y el «discurso semi-improvisado» que, según el abate Bautain ( Estudio sobre el arte de hablar en público , Imp. del Heredero de D. Pablo Riera, Barcelona 1887 (3 a ed.)), es un discurso no escrito, no estudiado de memoria, en que el orador sin haber preparado no combinado preventivamente sus frases habla «a medida de su pensamiento» .
13. En unas memorias «egohistóricas», cada uno merecería ser recordado, así como la dimensión socrática de su enseñanza a través de conversaciones o seminarios informales. Valga como único ejemplo, el de Julio Caro Baroja quien, en 1973, no dudó en convidar a su casa de la calle Alfonso XII a tres jóvenes hispanistas franceses para unos seminarios privados, o en prestar toda la colección de pliegos de cordel que le había servido para su Ensayo sobre la literatura de cordel en cuya nueva edición de 1991 se encuentra algún eco a trabajos que él nunca llegó a saber lo que le debían.
14. Como sugieren M. de Certeau y L. Giard, no hay que reparar en «confesar que la información recogida al vuelo, la «boutade» crítica, la discusión informal y descosida desempeñaron un papel decisivo en la producción de «opiniones científicas»,y luego en los resultados de investigación» (apud F. Waquet, Parler comme un livre. L’oralité et le savoir (XVIe-XXe siècle), Albin Michel, Paris 2003, p. 402).
15. De ahí los pocos libros publicados y los trabajos (artículos, reseñas, prefacios, ediciones, etc.) en colaboración con J. Le Bouill, S. Salaün , G. Chastagnaret, J. P. Le Flem, M. Tuñón de Lara, J.-M. Desvois, P. Aubert, J. Blanquat, D. Ozanam, Y. Lissorgues, A. Belot, R. Jammes, C. Bleton, M. Tietz, C. Strozetzki, J. Maurice, V. Infantes, F. Lopez).
16. Véase J. F. Botrel , Pour une histoire littéraire de l’Espagne (1868-1914). Thèse présentée devant l’Université de Franche-Comté le 28 novembre 1981, Besançon, 1981, 5 vols. (1. Prolégomènes. Les facteurs de la communication, LII+238 p.; 2. Les libraires et la diffusion du livre, 584 p.; 3. Monographies, 374p.; 4. Synthèses, 310 p.; 5. Documents, 360 p.). Existe una edición en microfichas del texto mecanografiado Pour une histoire littéraire de l'Espagne (1868-1914) , (Lille, Atelier National de Reproduction des Thèses, 1985. - 10 micro-fiches acétate de 98 images, diazoïque : négatif, ill. 105 x 148 mm. TRMF Besançon 1981) y una microedición en papel ("Prolégomènes à une histoire littéraire de l'Espagne", p. XI-LII) ; "Les facteurs de la communication imprimée en Espagne (1868-1914)", 228 p. (versión española en Libros, prensa y lectura, ob. cit. , pp. 179-340) ; "Les librairies et la diffusion du livre (1868-1914)", 534 p. - (32) (otra edición: Les libraires et la diffusion du livre en Espagne (1868-1914) , Casa de Velázquez, Madrid 1988, 292 p.), F. Th. : Lett. : Besançon : 1981).
17 . Preludios de "Clarín" . Selección, introducción y notas por J-F. Botrel, I.D.E.A., Oviedo 1972, LXXIII + 244 p. (Res. : L. Cordero, Asturias Semanal , n°165 (29.07.1972), pp. 4-5 ; J. Cueto Alas, Asturias Semanal , n° 201 (07.04.1973), p. 47 ; A. Elorza, Triunfo (06.10.1973), p. 40 ; R. M. Jackson, MLN , 90, 1975 , pp. 318-20 ; V. Garmendia, BHi , 781976), p. 416. Reproducido parcialmente en I. M. Zavala, Romanticismo y realismo , Ed. Crítica, Barcelona 1982, pp. 619-622); L. Clarín, Obras Completas. V. Artículos (1875-1878), Edición de J.-F. Botrel e Y. Lissorgues, Ediciones Nobel, Oviedo 2002, 1.235 p. (Res.: J.-F. Fuentes, «Una recuperación imprescindible», Pleamar VII, miércoles 9-X-2002 Canarias7) ; L. Alas Clarín, Obras completas. VI. Artículos (1879-1882 ). Edición de J.-F. Botrel e Y. Lissorgues, Ediciones Nobel, Oviedo 2003, 1.108 p.
18. Unas formulaciones posteriores fueron : «historia y sociología de la comunicación literaria», «investigaciones sobre las condiciones de la producción y comunicación literaria».
19. «Recherches sur la communication littéraire. Plan de l’étude» , 14 p. («Casa de Velázquez», Archivo JFB). En 1968, todavía se trataba de «critique littéraire».
20. J.–F. Botrel, "Producción y consumo de los bienes culturales : agentes y actores", en J. Barrull Pelegrí y M. Botargues Palasí (eds.), Història de la cultura : producció cultural y consum social. Actes del Congrés d'Història de la cultura: Producció Cultural y Consum Social (Lleida, 6, 7 i 8 de noviembre de 1997) , Institut d'Estudis Ilerdencs, Lleida 2000, p. 18.
21. De ahí, por ejemplo, el interés por el papel de la Iglesia católica en la España del siglo XIX (cf. J.-F. Botrel, "La iglesia católica y los medios de comunicación impresos en España de 1847 a 1917 : doctrina y prácticas", en Metodología de la historia de la prensa española , Siglo XXI, Madrid 1982, pp. 119-176).
22. Ejemplos: el archivo de la casa editorial Ollendorff, el de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, de la Casa editorial Hernando, de Madrid Cómico , de la librería católica Gregorio del Amo, etc.
23. Ejemplos: el Gran Teatro regional en Cebreros (Ávila), los sótanos del Ministerio de Hacienda o en el desván de una casa labriega de Pedrosa de la Reina (León) donde se encontraba parte del archivo de A. de Valbuena.
24 . Cuál un putativo Rockfeller de la investigación futura, no he dejado de recoger un dato o un documento en cualquier sitio donde me encuentre hasta en aquellos baratillos «donde todos los libros se mezclan y todos se parecen a esta mezcla», como decía Gómez de la Serna, pero que, en su propio abandono, me sirven, por ejemplo, para seguir reconstruyendo el mundo desaparecido de los lectores «históricos».
25. Santander, Linares, Las Palmas de Gran Canarias, Ortigueira, Oviedo, Valencia, Urueña, etc.
26. En algunos casos, incluso mejor era no apresurarse: caso de la estadística bibliográfica española retrospectiva de España que, a pesar de lo publicado en la recién publicada Historia de la edición y de la lectura en España (V. Infantes, F. Lopez, J.-F. Botrel (dirs.), Historia de la edición y de la lectura en España 1472-1914 , Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Madrid 2003, pp. 619-632) adolece aún del carácter parcial y poco científico de la recogida de datos y más aún de ejempalres por el Depósito legal, hasta que se complete el Catálogo del patrimonio bibliográfico español, y aun así…
27. "La novela por entregas : unidad de creación y consumo», en J.-F. Botrel y S. Salaün (eds.), Creación y público en la literatura española , Castalia, Madrid 1974, pp.111-155; "Les aveugles, colporteurs d'imprimés en Espagne I. La confrérie des aveugles de Madrid et la vente des imprimés du monopole à la liberté du commerce (1581-1836)", Mélanges de la Casa de Velázquez, IX, 1973, pp. 417-482 (Versión española en J.-F. Botrel, Libros, prensa y lectura en la españa del siglo XIX , Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Madrid 1993, pp. 15-98); "Les aveugles, colporteurs d'imprimés en Espagne. II. Des aveugles considérés comme mass-média", Mélanges de la Casa de Velázquez , X, 1974, p. 233 (versión española en Libros, prensa y lectura, ob. cit. , pp. 99-148. De este último estudio, pronosticaba su autor (Rapport (…), 30-VII-1972), con no poco descaro, que podría «servir de complément au chapitre I de celle de Julio Caro Baroja sur la literatura de cordel», antes de conocer al maestro.
28. J.-F. Botrel, Pour une histoire littéraire…, ob. cit., pp. XV-LII.
29. Por supuesto, no empleaba yo esta expresión, sino que me refería a las «condiciones de formación de los valores estéticos y sociales y de su eventual posible perenización por la historia de la literatura».
30. J.-F. Botrel, "Pour une histoire historique de la littérature espagnole", en Histoire de la littérature espagnole contemporaine. XIX-XXème siècles. Questions de méthode , Presses de la Sorbonne Nouvelle, Paris 1992, pp. 35-57; "A contribution to an 'historical history' of literature", en Journal of European Studies , vol. 21. part 1, n° 81, 1991, pp. 55-56.
31. J.–F. Botrel, "Producción y consumo…», ob. cit., p. 22.
32. Véase J.-. Botrel, Pour une histoire littéraire…, ob. cit ., t. I, pp. XXXVI-XXXVII.
33. Durante dicho periodo fui sucesivamente rector de mi universidad, presidente de la Société des Hispanistes Français de l’Enseignement Supérieur, Delegado del Ministre l’Education et de la Recherche en Córcega, Director del Institut National de Recherche Pédagogique en París, etc. 34. Véase J.-F. Botrel, " Las miradas del hispanismo francés sobre la España contemporánea (desde 1868) ", en I. Saz (ed.), España : la mirada del otro , Ayer , 31, 1998, pp. 59-82, y J.-F. Botrel y J. Maurice, "El hispanismo francés : de la historia social a la historia cultural", Historia contemporánea (El hispanismo y la historia contemporánea de España) , 20, 2000, pp. 31-52.
35. Prolongación de un proyecto fallido de una «Histoire littéraire de l’Espagne» inspirado por el Manuel d’histoire littéraire de la France de P. Abraham y R. Desné (Editions Sociales, Paris, 1965). Esta obra colectiva ha sido traducida al castellano ( 1900 en España , Madrid, Espasa Calpe, 1991, p. 33-58 (Espasa Universidad, 23)). Unos nuevos programas de investigación fueron el sobre las vanguardias (C. Serrano y S. Salaün (eds.), Temps de crise et «Années folles». Les années 20 en Espagne (1917-1930) , Presses, de l’Université Paris-Sorbonne, Paris 2002) y sobre 1833-43 (aún sin ultimar). Sobre la historia cultural en el hispanismo francés, véase C. Serrano, «Histoire sociale et histoire culturelle: notes sur un rapprochement nécessaire», en J. Maurice (dir.), L’histoire sociale en débat/La historia social a debate. Actes du colloque des 12-13 février 1993 , Univ. Paris-X, Paris 1994, pp. 154-163; C. Serrano, «Historia cultural: un género en perspectiva», Historia social , 26, 1996, pp. 97-111.
36. "Les relations culturelles entre la France et l'Espagne au XIXe siècle" (Barcelona. Journées d'étude sur les relations franco-espagnoles dans l'histoire, 11-13-V); "La littérature du peuple dans l'Espagne contemporaine. Bilan et orientations des recherches" (Madrid. Casa de Velázquez/UNED. Colloque "Cultura y educación populares. Siglos XIX y XX ); "Paul Féval, romancier espagnol" (Rennes. Colloque "Paul Féval et le roman"); "Mouvement naturaliste et mouvement éditorial" (Toulouse. Colloque «Realismo y naturalismo en España»); "Le parti-pris d'en rire dans Madrid Cómico " (Rennes. Colloque "Le discours de la presse" ); "Lector nominal y lector real en Fortunata y Jacinta " (Madrid. Congreso del Centenario de Fortunata y Jacinta ) :
37. Véase, para Francia, M. Crubelier, Histoire culturelle de la France. XIXe-XXe siècle , Armand Colin, Paris 1975; P. Ory, «Pour une histoire culturelle de la France contemporaine (1870-….), Bulletin du centre d’histoire contemporaine , Université de Paris X-Nanterre, n° 2, 1981, pp. 5-32; R. Chartier, «Histoire culturelle», en L’histoire en France , La Découverte, Paris 1990, pp. 90-94; J.-P. Rioux, Jean-Pierre y J.-F. Sirinelli (dir.), Pour une histoire culturelle , Seuil, Paris 1997.
38. F. Waquet, ob. cit ., p. 39 .
39. Véase R. Chartier, ob. cit ., p. 93.
40. Véase, por ejemplo, la contribución de Noël Salomon en J.-F. Botrel y S. Salaün, Creación y público… ( ob. cit ., pp. 15-39) donde apunta hacia el carácter plural de la recepción, destacando la variabilidad antropológica de la percepción o interpretación.
41. J.-F. Botrel, "Historia del libro/historia de la cultura escrita ", en X. Castro y J. de Juana (dir.), XI Xornadas de Historia de Galicia. Historia da cultura en Galicia , Deputación Provincial de Ourense, Ourense 2002, pp. 217-250.
42.V. Infantes, F. Lopez, J.-F. Botrel (dirs.), Historia de la edición y de la lectura…, ob. cit ., pp. 521-786. , pero en los planteamientos y orientaciones la concepción de la tercera parte de la Historia de la edición y de la lectura (42), puede encontrarse la manifestación de una concepción cultural y global de un director que no echa en saco roto los logros del periodo anterior, muy al contrario…
43. Véase J.-F. Botrel, -"En pos de la literatura del pueblo", prólogo a L. Estepa (comp.), La colección madrileña de romances de ciego que perteneció a don Luis Usoz y Río , Comunidad Autónoma de Madrid, Madrid, 1998, pp. 7-12.
44. Como el proyecto de micro-historia cultural de León (cf. «Un hispanista francés entre nosotros. Investigará la vida cultural leonesa en el siglo XIX», Proa , 14-VII-1971) que sólo dio lugar a tres publicaciones sobre A. de Valbuena y una sobre el casino leonés, o el estudio del año1891 en la prensa española, con motivo de la búsqueda de datos sobre la recepción de Pequeñeces con pocas consecuencias en términos de producción: una ponencia en 1970 en los coloquios de Pau y un artículo de 14 páginas, en 1999.
45. J.-F. Botrel, «Agentes y actores…», ob. cit.
46. J.-F. Botrel, "El género de cordel", en L. Díaz G. Viana (coord.), Palabras para el pueblo. I. Aproximación general a la literatura de cordel , Madrid, CSIC, 2001, p. 32.
47. J.-F. Botrel, «The popular canon», Modern Language Review , n° 97/4, 2002, pp. XXIX-XXXIX.
48. Véase J.-F. Botrel, «Lector in libro» (ponencia en el XXXI Congrès de la Société des Hispanistes Français de l’Enseignement Supérieur, Université de Marne-la-vallée, 18-V-2003).
49. Condenso aquí unas extensas notas que podrían servir, si fuera pertinente, para unas memorias o una egohistoria, o mejor aún, añadida a otras, para una intrahistoria colectiva a la que pueden contribuir reflexiones o declaraciones como las recogidas en E. Carro Celada, «Bodrel, o el investigador a fondo», en Diario de León , 11-VIII-1969; C. Alonso de los Ríos, " Botrell, la estirpe hispanista ", en Mirador de la Complutense , n° 6, abril-mayo 1983, p. 11.; F. J. Reija Melchor, "Hispanismo y cultura del pueblo. Entrevista a Jean-François Botrel", en Moenia. Revista lucense de lingüística y literatura , n° 4, 1998, pp. 99-111; X. Castro, «Entrevista con Jean-François Botrel», en Grial , n° 152, 2001, pp. 581-597.
50. Iniciativas, siempre compartidas, fueron la organización de los coloquios sobre «Creación y público» (1973), un programa (fallido) sobre la prensa comarcal en Galicia (1979-1980) desde el efímero grupo de investigación NOROESTE, sobre «El discurso de la prensa» (1987) desde PILAR (Prensa Ibérica y Latino-Americana de Rennes 2, dirigido de 1987 a 1992), sobre bibliometría (hacia 1988; sin resultados), la reorganización, en 1997, de PILAR (Prensa, Imprenta y Lectura en el Area Románica) y un programa en marcha sobre la Gran Enciclopedia Gallega .
51. Pudieron tener su origen en la celebración periódica de coloquios y congresos (como los coloquios de Pau o los congresos galdosianos de Las Palmas de Gran Canaria), o en la celebración de efemérides (caso de Clarín en 1984 y 2001, en parte), pero también en más duraderos y siempre entrañables equipos de investigación a cuya constitución contribuí y/o en los que cooperé.
52. Véase, por ejemplo, R. Serrano García, El fin del antiguo régimen (1808-1868). Cultura y vida cotidiana , Síntesis, Madrid 2001en la serie dirigida por E. Hernández Sandoica ( Historia de España 3er mileni o ); F. de Luis Martín y L. Arias González, « Mentalidad» y «cultura» en la España de entresiglos: vindicaciones, planteamientos e incertidumbres historiográficas», en Historia contemporánea , 24, 2002 (I), pp. 389-427; J. Uría (ed.), La cultura popular en la España contemporánea. Doce estudios , Biblioteca nueva, Madrid 2003.
53. A. Burguière, Bretons de Plozévet, Paris, Flammarion, Paris1975.