El intelectual y la «pluma de hacer pesetas»
en: Y. Lissorgues et J.-F. Botrel (eds.), Leopoldo Alas Clarín, Obras completas. IX. Artículos (1895-1897), Oviedo, Nobel, 2005, p. 7-36.
El intelectual y «la pluma de hacer pesetas»
«Llegó la hora, cogí la pluma de hacer pesetas, como un pendolista de billetes de Banco de iniciativa individual , la pluma de falsificar 50 pesetas de literatura jocosa , (…) rasqué el ingenio…y nada»
("Palique", Madrid Cómico , n°. 420, 7-III-1891) [1]
Antes de que se acuñara duraderamente la palabra y el concepto de intelectual (Serrano, 2000), no cabe duda de que Clarín fue un intelectual de facto: así lo demuestra Yvan Lissorgues en sus dos fundamentales estudios (1989, 1996); así lo confirma a nivel europeo Christophe Charle (2002).
El examen del proyecto vital y social del joven Clarín (Botrel, 2002a) ha permitido sentar las bases tanto éticas como ideológicas sobre que estriba dicho proyecto así como la coherencia de una inacabable construcción donde precozmente destaca la relevancia de la prensa como fundamental modo de expresión e intervención en la esfera pública, pero también como medio de conquista de una posición en el campo literario y social y de una necesaria autonomía [2] .
En este contexto se han de contemplar e interpretar las recurrentes y desafiantes pero no unívocas declaraciones clarinianas a propósito de las relaciones entre su trabajo de creación y el dinero -el dinero y la literatura- que también remiten a unas dimensiones más profundas de su personalidad.
1. De periodista estudiante a catedrático periodista.
La función pro pane lucrando es la única explícita y constantemente atribuída por Clarín a su trabajo de creación periodística y demás: a falta de pingües rentas, afirma, según las circunstancias,que escribe para «ganar» o «sacar dinero», para "comer", "cenar", «por mor del presupuesto ordinario», «porque la vida es cara», «para ayuda del cocido», «para el presente de su prole», «para el postre de (sus) hijos, para «el garbanzo», para «ganar los garbanzos».
Llama de veras la atención tanta pertinacia en asociar, tanto en su correspondencia privada como en su expresión pública, la finalidad de su actividad de escritura y de creación con una función económica muy primaria y un registro todo lo casero y prosaico posible.
Pero también importa no fiarse del todo de lo afirmado y hasta proclamado, con no poca impudicie y tal vez intención provocadora, y observar, para poder interpretarlo, el complejo entramado en que se desenvuelven tan novedosos y obsesivos planteamientos.
Por lo que se sabe (Botrel, 2002b), los primeros compromisos periodísticos del joven Clarín no obedecieron fundamentalmente a una necesidad económica sino más bien ideológica y si, con los años, lógicamente, pudo el redactor de El Solfeo y de La Unión conseguir algunos subsidios de su ingente producción periodística [3] , más decisiva sería para cubrir en Madrid las escasas necesidades de un periodista militante y aún estudiante las remesas que le harían desde Oviedo sus padres [4] . Sólo a partir de 1881-1882, cuando, tras acabarse sus colaboraciones en El Mundo , ingresa en El Día del marqués de Riscal (Saillard, 2001) es cuando, coincidiendo con su instalación en la vida académica y familiar empieza Clarín a asociar la actividad periodística con una fuente de ingresos complementarios, con las conocidas afirmaciones, algunas contradictorias.
Así, por ejemplo, a pesar de lo que afirmaba en 1888 a Rafael Altamira [5] , la mayor parte de los ingresos de Leopoldo Alas durante toda su vida - se desconocen unas posibles rentas de propiedades suyas o de su esposa- serán los de su cátedra ganada, por fin, en 1882: 3.500 pesetas de sueldo hasta 1890, 4.000 hasta 1896 y 4.500 después [6] . Su cátedra es en 1885, «el pan de su familia [7] » y duraderamente reprochará al conde de Toreno las consecuencias financieras de la postergación sufrida en 1878, por el subsiguiente retraso en el escalafón (Botrel, 2002b, 25).
Pero ya desde principios de 1884, catedrático en la universidad de Oviedo, casado y padre de un hijo, afirma en una carta a Galdós que escribe crítica periódica «porque necesit(a) un suplemento al presupuesto» [8] y a lo largo de su vida su «colaboración periódica o sea los garbanzos» [9] será para él una fuente de ingresos complementarios y necesarios.
No existen declaraciones precisas y globales de Clarín al respecto [10] ; sólo disponemos, al filo de los años, de datos parciales sobre la remuneración de sus artículos y de sus libros [11] .
Así y todo, sabemos que, aunque no supusiera un aumento mecánico de unos ingresos variables según la cantidad de artículos escritos, la cotización de su producción periodística no dejó de aumentar: de 15 pesetas por artículo (3 duros) en 1883-1886 en el Madrid Cómico a 75 pesetas (15 duros) en 1894-1895 en el mismo periódico [12] . Siguiendo con el símil clariniano de los garbanzos o del pan, la misma cuartilla que le permitiría comprar aproximadamente un kilo de garbanzos o un poco más de 3 panes de 700 gramos en los años 1880 le da para 5 kilos y 18 panes (o casi dos libros de a 3 pesetas) diez años después [13] .
Hace años (Botrel, 1979, 123), calculé que sólo por los artículos publicados en el Madrid Cómico recibió Clarín de 1883 a 1890 unas 400 pesetas anuales (un 11% de su sueldo de catedrático), un promedio anual de 1.100 pesetas entre 1890 y 1896, y más de 1.900 en 1896-97 (un 38% de su sueldo de catedrático entonces). En 1889, se puede estimar que cobró Clarín unas 600-700 pesetas por 55 artículos en 7 periódicos. En 1890-1892, unas 1.600 pesetas (o sea: un 40% de su sueldo de catedrático) nada más que por sus colaboraciones en el Madrid Cómico (Botrel, 2002c, 86). Además, entre 1881 y 1893, pudo ganar entre 12.000 y 13.000 pesetas con la publicación de sus libros y folletos [14] .
Contrástense, sin embargo, estos datos objetivos con los ingresos, con harta veleidad soñados por Clarín en 1890: en una cuartilla conservada en el archivo Clarín suma, como en el cuento de la lechera, las cantidades que habían de proporcionarle sus colaboraciones periódísticas del año (escribiendo 15 artículos al mes): 1.536 duros anuales –así contaba- o sea: 7.680 pesetas… (Botrel, 2001a, 78). Sintomático y en alguna medida patético sueño de algo tal vez inalcanzable y de hecho no alcanzado [15] , por más que lo anhelara o necesitara.
A pesar de lo deseado por Zola en L'Argent et la littérature [16] , no disponemos de suficientes datos e informaciones sobre las condiciones de vida y consiguientes necesidades de los escritores, siquiera universitarios. Comparado con los sueldos de los altos cargos de la administración, el sueldo de un catedrático de universidad parece entonces bastante mezquino [17] , si bien fueron aumentando los ingresos de Clarín al filo de los años, con la consiguiente mejora de su poder adquisitivo, acentuada por un descenso de 10 puntos del índice de los precios entre 1883 y 1898 [18] .
Poco se sabe sobre la condición y manera de vivir del catedrático-periodista: su vida sería la acomodada y morigerada de un sedentario miembro de la pequeña burguesía provinciana, con pocas pretensiones a medrar en términos de apariencias sociales, los acostumbrados gastos de casa con criadas y seguro [19] , y los gastos casi suntuarios de los baños; casi no viaja Leopoldo Alas, nada más que para ir a Guimarán, Salinas o Gijón durante el verano y excepcionalmente a Madrid; no se le conocen muchos excesos o vicios secretos muy onerosos; incluso afirma Clarín que «siempre enseñ(a) las cartas en que ajust(a) libros a (su) esposa», con el conocido y muy cuco episodio del encubrimiento de una deuda de juego –60 duros- a Onofre en 1890 [20] .
Así y todo, lo cierto es que los ingresos por concepto de actividad periodística o literaria, no por secundarios o accesorios dejaron de formar parte, muy pronto, del presupuesto ordinario del catedrático ovetense y padre de familia Leopoldo Alas, con la consiguiente obsesión de garantizar los ingresos «para sus hijos» -«La familia crece y crea nuevos gastos», escribe Clarín a su editor el 19-IV-1889 [21] - y el miedo pánico cuando, por motivos de salud, no puede cumplir con sus obligaciones literarias o por motivos ordinarios o extraordinarios se produce un desequilibrio en su ajustado presupuesto [22] . En algún momento, conseguir dinero pudo convertirse en necesidad urgente y absoluta [23] .
El "aguzadísimo sentimiento de paternidad" de Clarín (Oleza, 2004, 76), muy presente en determinados cuentos y en alguna poesía, con las obsesivas y casi enfermizas preocupaciones a que da lugar cuando de las enfermedades o del porvenir de sus hijos se trata [24] , parece que muy pronto dio motivo a una también obsesiva necesidad de ganar dinero para ellos. En las cartas a Palacio Valdés, a Galdós o a Menéndez Pelayo, menudean las referencias a esa finalidad paternal de la producción periodística [25] , -los hijos son «un género literario sin explotar de veras», dice [26] -, con el consiguiente sentimiento de culpabilidad cuando deja de escribir [27] , cuando le entra pereza o por motivos de salud no puede escribir como debiera y el acrecentado sufrimiento a veces al tener que hacerlo, cueste lo que cueste [28] .
Por todo esto, aunque, como veremos, se da una especie de escenificación de la condición de escritor-padre de familia, y recurre preferentemente Leopoldo Alas a tal explicación en su correspondencia con los grandes de la literatura y de la crítica, no todo ha de ser falso pretexto en tan entrañable y sistemática asociación entre el trabajo del padre y el bienestar material de los hijos.
A esta preocupación y, a veces, mala conciencia por sacar dinero escribiendo artículos para la prensa, asocia Clarín la más o menos confusa sensación de malestar y menosvaler del "buhonero de las literatura menuda" que "atiend(e) a (sus) parroquianos , sirviendo paliques a domicilio, de redacción en redacción, de pueblo en pueblo", como escribe en el Madrid Cómico de 23 de enero de 1889, malgastando «unas facultadesexcepcionales» [29] , al trabajar por el garbanceo en cosas menudas.
El hecho es que, aun con tan noble finalidad, la dimensión económica es la que oficialmente determina y a menudo orienta la producción periodística de Clarín y así lo irá repitiendo públicamente –casi a voces- a lo largo de su vida, con sus célebres y despreciadoras fórmulas aplicadas a su actividad [30] , a sus engendros literarios [31] , o a su oficio [32] , rebajándose, aparentemente.
Aparentemente, porque las relaciones de Clarín con el dinero son más complejas de lo que parece. El dinero lo necesita, a todas luces, en cantidades cada vez más importantes; procura aprovechar para sus propios intereses todas las posibilidades del mercado literario, por muy limitadas que sean, llegando incluso a orientar su producción en función de la rentabilidad calculada o estimada, como veremos. Pero no llega a decir como Juan Valera que «el dinero es y tiene que ser la medida exacta del valer de una persona» (Botrel, 1970) y ese realismo en punto a negocios literarios, esa especie de vanidad crematística no consiguen ocultar del todo una especie de acoquinamiento frente al dinero, codiciado y temido a la vez: de ahí, tal vez, que su esposa sea su tesorera y su librero su administrador, de que mantenga secreta la cantidad que recibe por sus libros o que, si bien entiende de girar y contragirar, experimente un miedo pánico ante una amenaza de protesto, con la consiguiente necesidad de presentarse ante su banquero y «tener que devolver el dinero por él pagado» [33] .
No todo en la impúdica y a veces grosera expresión clariniana de algo que resulta ser un problema material y moral, se ha de entender o interpretar, pues, en primer grado: por más que en momentos de depresión y extremado autodesprecio las haya asociado con una realidad, lo de los «garbanzos», de la «ayuda del cocido», etc., no dejan de ser metáforas algo forzadas y se puede sentir alguna aplicación estratégica o voluntarista en el creador que se esfuerza por "ajustar un libro", "regatear", "cobrar", "sacar dinero", «pagar» e incluso en la distinción que hace entre todo lo demás y la novela que "no puede ser asunto de comercio" (Botrel, 1979).
Depende, además, bastante a menudo, de un estado de ánimo que le lleva de la mayor excitación al más profundo desánimo y pesimismo. Entonces es cuando suele expresar sus dudas a sus más intimos corresponsales o pedir como disculpas a los más jóvenes como Altamira, en busca de palabras de aliento o como afirmación de unas capacidades insuficientemente ostentadas en su opinión. ¿Es totalmente sincero el Clarín que, en 1885 ya dudaba en una carta a Galdós de si era «un verdadero novelista» y le escribe en 1889:«yo no trabajo más que porque me hacen falta los cuatro cuartos que gano con mis articulejos y si llego a publicar más novela creo que no será más que por igual motivo» [34] ? La verdad es que, como veremos, el empeño de Clarín en asociar su motivación creadora y el resultado de su producción con unas finalidades «interesadas», mercantiles, es a veces bastante sospechoso y merece alguna interpretación.
De esta situación «objetiva» se desprenden, pues, dos actitudes aparentemente contradictorias: por una parte un afectado y acomplejado menosprecio por la mayor parte de su creación únicamente orientada a satisfacer tales necesidades prosaicas (en detrimento de otras, más elevadas, se entiende) y la afirmación del valor monetario económico del trabajo literario con la consiguiente satisfacción por el relativo reconocimiento social y simbólico que supone. Porque en ese pesimista autodesprecio por el «escribir por escribir» del que "cobra por decir algo» [35] , también habrá habido más que un desvalorizante o acomplejado cinismo: la afirmación, por la práctica proclamada, en un línea muy zoliana y novedosa, de una nueva relación del escritor con el dinero y de un "nuevo espíritu de las letras".
2. El intelectual, el dinero y las letras.
Aun cuando hubiera dado la pauta Larra en sus artículos de costumbres (Botrel, 2002, 379) y otros literatos como Valera o Palacio Valdés ya hubieran prestado atención a la condición económica del escritor (Botrel, 1998), la manera de hablar de Clarín, pública e reiteradamente, sin tapujos, ante los lectores y la opinión, del dinero y de su valor aplicado a la creación y al tarbajo intelectual es algo bastante nuevo,
Hacerse filósofo y literato de oficio era la ambición de estudiante de Leopoldo Alas. Paradójicamente a partir de 1881-1883, al dejar de ser periodista «para todo» y todos los campos como redactor y sentarse en su cátedra y en la silla de periodista de gabinete, para ser «autor de artículos» (Botrel, 2003b, 135), es cuando empieza Clarín a afirmar con Zola que «hoy lo que debe hacernos dignos y respetados es el dinero» y «para los escritores que necesitan ser libres para decirlo todo, el dinero es nuestro valor y nuestra dignidad» (Botrel, 1981, 79a) y cuando empiezan a menudear sus referencias o alusiones al dinero como motivación de su producción periodística.
A diferencia de su amigo Palacio Valdés [36] , no teoriza ni sistematiza Clarín lo que había de ser en él una línea constante: se contenta con sentar en su práctica y su discurso unos principios fundamentales.
Por ejemplo, el que el trabajo periodístico se ha de remunerar. Como para Zola y los intelectuales de la época, escribir por dinero en la prensa es un medio de afirmación de su propia condición : "Las letras necesitan ser muy económicas , si quieren tener la necesaria dignidad e independencia; es indispensable ganarse los garbanzos suficientes para poder desafiar las iras oficiales", escribe el 27-IV-1889 en Madrid Cómico [37] . El periodista profesional es el que cobra por escribir, es un problema de ética (Lissorgues, 2004b, 852-3). Se distingue de lo que viene a ser «la filoxera del oficio», aquellos amateurs [38] , aquellos periodistas "gratuitos y obligatorios", muy adeptos del "traperismo literario", que malvenden o regalan sus artículos, aquellos "escritores públicos que andan de redacción en redacción con el mismo aire con que podrían recoger colillas, colocando género " [39] . Lo afirma Clarín, ya en 1882, los periodistas que no cobran son "malos periodistas" [40] .
Para Clarín cobrar por escribir es, pues, «una regla de conducta literaria» aun cuando consienta alguna excepción como en el caso de su militante colaboración en El Globo en 1885 [41] , o en La Justicia , diario republicano de la tarde [42] , y la primera de las condiciones puestas por Clarín a La España Moderna , en 1889 para que llegue a «llenar un vacío», es «pagar bien y a tocateja, y realizar la promesa de rechazar la colaboración gratuita» [43] .
Los artículos, además, han de ser firmados, aunque de un seudónimo se trate [44] , porque «dentro de la (verdadera) firma [45] , hay una personal garantía de periodista verdadero» (Botrel, 2001b,128); es la condición para la afirmación o construcción de la moral, del saber, de la dignidad, del estilo, de la fama, de la carrera del periodista.
Al comparar la situación en España con la situación en Francia donde "las letras (…) son una verdadera función social, casi podría decirse, una carrera", no puede menos que constatar que «en España es difícil separar […] el oficio de la letras de la mera afición» [46] , y también que « el periodismo literario no puede ser de carrera, porque los sueldos son mezquinos y muchas veces ilusorios» [47] . Pero tampoco hay que exagerar: «Dígase la verdad: en España el escritor cobra poco todavía, pero no es tan poco; y si hay vates que dan una oda por dos pesetas y críticos que juzgan al Dante por cien reales […] los que a fuerza de constancia y con el favor del público han logrado cierta parroquia y tienen cierto tesón ya pueden ganar con la pluma tanto como un gobernador o un magistrado y algo más a veces» [48] , escribe Clarín en 1895, aludiendo tal vez a su propia situación.
No duda, por otra parte, en denunciar la apatía de los literatos mismos que contribuyen a que se consideren las letras menos de lo que merecen o el que en el oficio se admita en él fácilmente [49] ; son responsables en alguna medida de que «los directores de periódicos y editores de libros se cre(zcan) ante nuestra inopia», escribe en 1895 [50] . Distingue muy a las claras entre los «literatos manqués , que ahora viven de cualquier empleo, industria o señora vieja y rica» y «los que han continuado siendo escritores con alguna aceptación» [51] , antes de afirmar: «No orgullo, pero sí dignidad en el escritor; no idolatría, pero sí respeto y entusiasmo por las obras de ingenio, en el pueblo: eso se necesita…» [52] .
Sin jeremiadas a lo Valera (Botrel, 1998, 36-37), o los alardeos de un López Bago (Fernández, 1995), con cierto desengaño y hasta desánimo , a veces [53] , Clarín sale, pues, en defensa de la relajada «dignidad del oficio» de literato, no sólo con palabras, sino dando el ejemplo, reivindicando, a partir de una concepción entonces novedosa de lo que es la producción intelectual y literaria.
Escribir es trabajar , lo afirma reiteradamente Clarín con una gran variedad de términos o símiles que remiten lo mismo a la actividad de escritura que al que la practica [54] , aunque la misma actividad pueda según las circunstancias y los interlocutores suponer más o menos trabajo, y por ende más o menos dinero.
Este trabajo tiene un valor y «de lo que se trabaja hay que sacar el mayor provecho» (Botrel, 1981, 79a): este es otro principio puesto por obra por Clarín.
Como discípulo de Zola no sólo en la literatura sino en la nueva moral que el novelista francés definía al programar la emancipación de los literatos modernos por la virtud del dinero y de la fuerza social otorgada por éste, Clarín es perfectamente consciente de la "revolución del dinero" (Oleza, 2004, 61) y en sus relaciones con los directores de periódicos y editores procura pedir y conseguir la mayor cantidad de dinero [55] , negociando no sólo el valor de su producción -poco o mucho dinero- sino sus condiciones de trabajo.
Al establecer en seguida y muy a las claras unas relaciones de cuño económico, Clarín considera al editor y al director de periódico como factor no sólo de su gloria literaria sino de su dignidad de "autor moderno", de su libertad y poder [56] , y aunque no ignore el poder del «amo de la casa» [57] , con cierta condescendencia en el trato [58] . De ahí el cinismo aparente de sus declaraciones al respecto que se puede interpretar como un desafío a los conservadores de la moral antigua.
Las cartas cruzadas con sus editores o directores [59] , dan cuenta de cómo, con más o menos exigencias y aplomo según las circunstancias generales o personales, a costa de arduas negociaciones que en algún momento no se distinguen de un mero e impúdico regateo, consigue Clarín defender a la vez los principios y sus intereses [60] , procurando imponer sus exigencias, dictar condiciones, para adherirse al final a un compromiso, trátese de «ajustar una novela» [61] o del precio de un artículo [62] . Con el peligro de granjearse una fama de «boca de fraileo de «avaro» [63] -o el riesgo asumido en 1892 por ejemplo de dejar de colaborar en el Madrid Cómico : «una cosa es la amistad y el negocio es otra cosa», escribe Clarín y añade: «Si…vuelven a verme por aquí, pueden decir para su coleto: «A este le pagan más que antes. No hay más filosofía en el asunto» [64] .
También dan cuenta dichas cartas –indirectamente- de la representación y, en su caso, definición que Clarín ofrece de la realidad y materialidad de su producción periodística y literaria.
Clarín escribe y publica artículos o sea: cualquier unidad comprendida entre entre 8.000 y 10.000 caracteres de imprenta, algunos más cuando de «Revistas literarias» o «Lecturas» se trata (Lissorgues, 2005). Es la unidad de base, la unidad de producción y la unidad de cuenta [65] , trátese de paliques , de cuentos o de otros géneros; es estrictamente la cantidad de cuartillas necesaria para un número de diario o revista [66] , y no tiene fronteras, ni temáticas ni formales ; sólo lo unifica la transversalidad de la intención y del proyecto» (Botrel, 2003b, 138). Pero Clarín también se refiere a otra unidad, más visible e inmediata para él, que es la cuartilla en blanco que ha de llenar [67] , y le sirve para comparar el valor de su producción periodística y literaria [68] .
Procura, pues, negociar el precio de cada artículo ( o de un número mensual de artículos) teniendo en cuenta el valor medio de la cuartilla de escritura y su número [69] , con una cotización de la cuartilla que pudo variar según las circunstancias –el estado del mercado, si se trata de una colaboración exclusiva o no, de una agencia [70] o de un periódico, etc.-, en una línea claramente ascendente en total.
Pero en sus cálculos, también pueden entrar otros factores como el tiempo que tiene que invertir a corto o a largo plazo, y el trabajo que le cuesta [71] , y también el carácter más o menos periódico del envío de artículos. Sobre el detalle de esta sistematización y sus efectos para la negocación del precio, y las posibles contradicciones en que incurre según sus interlocutores [72] , remito a estudios anteriores (Botrel, 1981, 1985, 1987 ).
En cualquier caso, tanto con Sinesio Delgado para sus colaboraciones en el Madrid Cómico (Botrel, 1997b) como con Fernández Lasanta para la edición de sus libros (Blanquat, Botrel, 1981) sobre cada uno de los aspectos del trabajo periodístico y , más generalmente, creador, negocia Clarín con mucho tesón y exigencia, hasta llegar a un acuerdo contractual sobre el precio pero también el género, la extensión, la periodicidad, etc., que se esfuerza por respetar.
Pueden los resultados contemplarse a un doble nivel, económico y simbólico.
Para efectos económicos, se supone que rige la noción de rentabilidad o «relación entre el precio a que consigue vender determinado producto y la cantidad de tiempo/trabajo invertidos en la fabricación de este producto» (Botrel, 1979, 124). Cruzando entre subjetiva y objetivamente, estos factores, llega Clarín a una valoración económica y simbólica de sus distintas producciones literarias: para él, obviamente no viene a ser lo mismo, para todos los efectos, esos «articulillos…que no son en rigor trabajo» y la escritura de una novela como Su único hijo que tanto le cuesta, que sólo puede escribir cuando «está para ello»…y aunque la economía no le dé la razón [73] , afirma al director del Madrid cómico que todas sus novelas le valen «el doble y el triple que los artículos mejor pagados» [74] , y a su editor que «la colaboración en los periódicos (le) da mucho más dinero que el que (le) sale a 9.000 reales por 450 cuartillas» (se trata de la sólo proyectada novela Una medianía )» [75] .
De cualquier forma, la negociación le permite también llegar a un aceptable modus scribendi y la colaboración de Clarín en el Madrid Cómico , por ejemplo, se desenvuelve dialécticamente entre las imposiciones estructurales y directoriales y la afirmación de la libertad y responsabilidad del creador [76] , siendo el artículo escrito y publicado la resultante de esta relación de fuerzas, con concesiones mutuas. De estas tensiones o exigencias, nacieron a veces unas nuevas formas de expresión, como, por ejemplo, los nuevos paliques en los que no habría «ocasión a dimes y diretes»…, dixit Clarín.
A nivel de la representación por Clarín de su quehacer periodístico y literario, a pesar de que se declara «principalmente periodista», con una prolífica producción (más de 2.400 artículos) que consta mayoritariamente de «literatura menuda» [77] , sigue atribuyéndoles un valor simbólico más fuerte a las formas de expresión no periodísticas, económicamente mucho menos rentables, como la novela que «da más gusto» -y prestigio- o el folleto literario [78] , y sólo en el caso del cuento periodístico, luego coleccionable en libro, parece ser que pudo encontrar una opción satisfactoria, económica y simbólicamente (Botrel, 1979).
Por todo lo visto, no cabe la menor dudade que Clarín forma parte de los «verdaderos escritores», de los que quieren «cobrar como es debido», y no de los escritores de Antiguo Régimen o de aquellos, muy zaheridos, literatos manqués para los cuales es «una delicia creer que cobramos por un libro doscientas pesetas y por un artículo una docena» [79] y menos aún de los escritores bohemios. Se conoce que no comparte las visiones estereotipadas y/o miserabilistas que privan entonces en España [80] .
Va consiguiendo que se reconozca en España el valor de su trabajo intelectual y ser "firma de primera" que no escribe «más que por dinero y por bastante dinero que es la medida del valor (de uno)» [81] . En 1895, "por el haber periodístico" puede considerarse ya clasificado "entre los generales de división, o, por lo menos, entre los directores generales, un año con otro" [82] . El mismo precio del artículo -la cotización de la firma clariniana en la bolsa de los valores literarios y periodísticos -, pudo tener un altor valor simbólico a efectos gremiales y sociales. Así lo expresa el propio interesado con cierta inmodestia a algún corresponsal bastante necesitado de dinero como era entonces Luis París [83] . Pero obsérvese también que lo que pudo ser orgullosa y satisfecha afirmación de su estatuto, no le lleva a revelar públicamente lo que cobra –muy al contrario [84] - y de su relativo bienestar no embota un hondo sentido del buen compañerismo y hasta de la solidaridad y caridad en la que entran no sólo palabras, sino actos y dinero [85] .
Porque no todo se ha de reducir a una preocupación económica [86] : también incide en Clarín el deseo de «ver(se) impreso» y el interés manifestado por la venta de sus libros corre parejo con el interés por lo que «anden diciendo los periódicos» [87] , y sabe que un escritor no puede prescindir de «cierto calor de vanidad » [88] . Descartado desde muy temprano el reconocimiento oficial por un posible ingreso en la Real Academia Española [89] , la autoridad y notoriedad de Clarín también depende del número y de la categoría de las tribunas de que dispone, de su poder mediático [90] : como recuerda Adolfo Posada, «jamás fueron para Alas las ideas valores cotizables en el mercado crematístico», y para el intelectual, al margen de conseguir la mejor remuneración para su producción, es preocupación constante «tener donde escribir conforme a su leal saber y entender» y en los periódicos de mayor difusión. De ahí que, por un lado deje de colaborar en La España Moderna sospechada de vulnerar su independencia y que aspire tanto a colaborar en los Lunes de El Imparcial y lamente que ya no se publiquen [91] . Si Clarín malvive a veces la enajenación de su libre albedrío, protestando e incluso reaccionando contra las necesidades que le imponen el marco y el tempo periodísticos, también habrá experimentado el placer de sentirse si no una potencia, como decía Barbey d’Aurevilly, una justicia , «la de estar seguro, absolutamente, de tener razón en cosas de gusto, contra todas las apariencias y contra muchas autoridades y presiones» [92] , una autoridad –que lo fue (Botrel, 2003, 152).
Una autoridad que como una vedette , pudo darse el lujo, en algún momento, de negarse a colaborar en una publicación periódica o en un proyecto editorial [93] .
Por supuesto, esta afirmación de la libertad propia exige la defensa de las colectivas, como la libertad de imprenta, y hasta el fin de su vida bregará Clarín por sus valores, desafiando al Fiscal del Supremo, Puga, en 1897, tras el asesinato de Cánovas, a sabiendas de lo que podía pasar, para luego escudarse detrás del seudónimo, afirmando con provocador cinismo que no conoce a ese Clarín del cual dicen que se oculta un tal Leopoldo Alas (Botrel, 1999) [94] .
Tal situación objetiva, contrasta con la pertinaz propensión por parte de Clarín en asimilar un trabajo al fin y al cabo liberal, ya no con la de un artista-artesano, ni siquiera con la de un comerciante al pormenor [95] , sino con la de un «jornalero», «obrero», «coche de punto», «picapedrero» o «cavador». El hecho es que en algún momento de desánimo o profundo cansancio, como posible alivio para sus angustiosas e improductivas condiciones de trabajo, pudo efectivamente llegar a pensar en alquilar su pluma como se alquilan brazos o ponerse a sueldo [96] , con el cuasi estatuto de redactor asalariado y no el de mero colaborador a destajo. No cundió la idea…
Pero tampoco ha de atribuirse un sentido literal a dichas autocalificaciones. Como escribe Santiago Díaz Lage (2005) más que obrero es Clarín «empresario de sí mismo» y sabe en otros momentos salir por los fueros del creador: «No todo puede ser asunto de comercio», lo dice muy a las claras a su editor a propósito de Su único hijo [97] y, en periodos de mayor serenidad, pudo practicar satisfactoriamente una actividad periodística por él dignificada.
Para Leopoldo Alas Clarín el objetivo fue, pues, por la actividad periodística y/o literaria, pasar del estatuto de «hombre de letras» al de «profesional de las letras». Si no llega a ser literato de oficio, por su práctica llega Clarín a configurar para sí , dando el ejemplo a los demás, un "nuevo periodista", con la consiguiente reivindicación de la consideración que ha de merecer (Botrel,2002f, 378-379).
Pero lo hace de manera al fin y al cabo bastante individualista y, además, con poca capacidad personal por cumplir con las reglas de higiene que empiezan a regir –al menos a nivel de discurso- la profesión y el trabajo intelectual.
Si, por supuesto, sabe defender sus derechos intelectuales contra algún director de periódico tan poco escrupuloso como para reproducir uno de sus artículos sin licencia [98] , su individualismo le impide, por ejemplo, adherirse a la Asociación de Escritores y Artistas Españolas constantemente zaherida como mera organizadora de bailes, sin que llegue a promover el contramodelo de una verdadera Société des Gens de Lettres española. En cambio, no duda, desde criterios de estima, amistad y solidaridad en recomendar a tal o cual pluma para una contratación en algún periódico...
En cuanto a la higiene del escritor, consta que si Clarín no desconoce algunos saludables principios oídos de Palacio Valdés [99] o sugeridos a jóvenes escritores [100] , sólo en circunstancias muy particulares se resigna a ponerlos por obra: lo más corriente es que –trátese o no de artículos- escriba tensa y/o urgentemente (Botrel, 2001c, 151), a altas horas del día [101] , atendiendo poco a la materialidad de escribir ni a las condiciones de trabajo. Si a partir de 1881-1883, ya no participa de la peculiar atmósfera de la sala de redacción de El Solfeo o La Unión o del Ateneo de Madrid, es sabido que Clarín escribe a menudo de manera repentista sin hacer caso del sitio en que se encuentra: en la sala del billar en el Casino de Oviedo, en la universidad o en su espartiano y austero despacho [102] , excepcionalmente en una fonda madrileña. Cuando ha despachado el artículo de reglamento, se dedica a su correspondencia…
En cualquier caso, las muy frecuentes confidencias o explayaciones de Leopoldo Alas y Clarín sobre la condición del escritor y periodista y/o el acto de escritura, han de considerarse no sólo como una sucesión de datos aprovechables para una suma por hacer de lo que fuera la condición del escritor en la España de la Restauración, sino como un aspecto una dimensión más -por interpretar- de su peculiar relación con su obra y consigo mismo.
3. Creación y frustración.
Porque lo tajante de las afirmaciones y cuasi teorizaciones encubren muchas dudas, una permanente búsqueda de un precario equilibrio entre sumisión y deseos de emancipación y un evidente malestar consustancial de la personalidad y por ende de la obra clariniana, sugeridos o revelados por las propias expresiones públicas y privadas del escritor y periodista.
Ya se ha destacado la recurrente propensión de Clarín a poner en escena en las mismas columnas de la prensa su propia figura de periodista mercenario o esclavo o de atribuir una finalidad exclusivamente económico-lucrativa a su producción y escritura [103] . Es en muchas ocasiones materia para la propia expresión periodística, como cuando pretende explicar, por la leyes del mercado, por la «sed del oro, o por lo menos de la plata» cómo dejó ser poeta «reconcentrado» porque «los poemas trascendentales tenía que publicarlos en las revistas serias que no pagaban el género épico ni el lírico» mientras las sátiras, vulgo palizas, valían unas cuantas pesetas en la prensa festiva y maleante» [104] . En la pública carta al obispo de Oviedo Martínez Vigil, la precaria condición del literato también será motivo para una autoirónica consideración: «Creer que un autor de novelas, que de venderlas vive (y si no come de eso, por lo menos de eso cena), había de volverse loco hasta el punto de regalar ejemplares de su obra a todos los estudiantes de una cátedra…» [105] , y unos años más tarde se burlará de un tal Publícola [106] .
Esta puesta en abismo claramente autoirónica y cínica –ya que al fin y al cabo es directa fuente de dinero, vía el artículo escrito y cobrado- puede ser interpretada como una seudo catarsis para una pertinaz sensación de menosvaler y hasta de desprecio por lo que está haciendo , o una manera cohibida y hasta exagerada de afirmar -es una como reivindicación- la necesidad y legitimidad de algo que, según sugiere Oleza (2004, 62), pudo «percibir como degradante», o sea: la «venta de su fuerza de trabajo». Hablar públicamente del salario de su trabajo en la prensa, del dinero que le vale, utilizar el símil del jornalero, del obrero, etc., es una manera jocosa de sentar en serio unas relaciones profesionales con los directores y editores cara al público. Pero la necesidad –a menudo obsesiva- de conseguir un inmediato dinero con su «pluma de hacer pesetas» y una producción semiindustrial que tan obstinadamente se recuerdan tiene la ambivalente consecuencia de una ineludible submisión de hecho y de una pertinaz insatisfacción y frustración, muy perceptible en las expresiones más íntimas.
En sus cartas a Pérez Galdós y Menéndez Pelayo, pero también a otros corresponsales más jóvenes y de menor nota entonces, es donde con mayor insistencia explica y justifica Clarín las características de su producción.
Casi obsesivamente, sin darse cuenta, asocia Clarín su manera de «escribir demasiado» y a los «32 vientos» con la obligación de ganar dinero escribiendo [107] , lo que está haciendo (versus lo que desearía o podría pensar en hacer) y le merece poca o ninguna consideración.
Tales manifestaciones de pesimista y resignado autodesprecio, ¿le habrán servido a Clarín de cohartada o autojustificación ante Galdós por no escribir novelas como él, ante Menéndez Pelayo, su condiscípulo, por no escribir crítica erudita o ante un joven universitario, Altamira, ya director de una revista de derecho, etc.? Pueden ser reveladoras de la frustración y tal vez complejo que afecta a Clarín al no poder acceder, más que excepcionalmente, al para él prestigioso nivel de expresión encarnado por sus corresponsales.
Sintomáticamente, cuando el periodista y crítico se encuentra en una alentadora fase de iniciativa creadora desaparecen las lancinantes quejas y las alusiones a la «esclavitud de la cuartilla», « por mor del dinero», para dejar el exclusivo paso a unas dialogantes y homotéticas consideraciones sobre un arte y oficio compartido, caso de alguna carta a Galdós de 1884-1885, cuando Clarín acaba de escribir La Regenta o de 1893 con motivo de Los Condenados con Teresa a la vista… Entonces las dudas, sincera o tácticamente expresadas, se encuentran transitoriamente aplacadas hasta que vuelva a imponerse el ritmo del trabajo ordinario e inferior en detrimento de otras creaciones pero también tal vez como sustituto o compensación de algo imposible. ¿ Le habrá podido consolar lo que le dice su razonable amigo Palacio Valdés: «vale mucho más proporcionar a los suyos cualquier alivio que todas las obras literarias del mundo» [108] ?
Su marcada y aplicada pretensión en no dejar sin comentario ninguna obra de Galdós, Menéndez Pelayo, Giner y alguno más [109] -con la inevitable conciencia de que no siempre está en condiciones de cumplir lo prometido- habrá sido para él la dolorosa y recurrente confirmación de la subsidiariedad y como ancilaridad de su trabajo pero también una manera de superar, vía la defensa e ilustración cara a la opinión pública de los escritos de sus pares, como autoridad de autoridades, el acomplejado sentimiento de inferioridad que posiblemente siente [110] .
La situación objetiva de Clarín, lo sabemos, es la de un periodista que publicó anualmente un promedio de 90 artículos (un promedio de casi dos artículos por semana, con algunas puntas como en 1882 con casi tres artículos por semana (Lissorgues, 2005, 8), pero nunca cinco o seis por semana como afirma en 1891 [111] . Puede decirse, con Oleza (1997, 640), que «esclavo de la piedra de Sísifo de su propia demanda como escritor de circunstancias, se ve condenado a una producción incesante dentro de un nuevo pero asentado mercado capitalista de la cultura » [112] . Por contrato tácito, tiene Clarín la obligación moral de escribir a plazo fijo [113] , distinguiendo entre las semanas en que hay Madrid Cómico y las en las que no lo hay [114] , de «cumplir con estricta regularidad» prometiendo «ser puntual como el sol en su órbita, que dice Ferrari», pero con frecuentes incumplimientos [115] , de adaptar el «género» a las normas definidas por el director: el tono festivo del semanal, la extensión, cuentos y no paliques, etc. [116] , con frecuentes incumplimientos también [117] .
Ahora bien, esta misma situación, percibida por Clarín, da lugar a unas contradictorias impresiones y reflexiones: por ejemplo, el que, en 1900, a pesar de lo que por la estadística consta, piense que la «dura ley del garbanzo» le ha obligado a «escribir durante un cuarto de siglo casi casi un artículo diario, y muchas veces ¡dos!» [118] , con la obligación de repetirse [119] , lo que llama «la esclavitud de las cuartillas blancas». Obviamente el tono y la visión se vuelve más acerbado y desengañado con el tiempo y el cansancioy el balance hecho en 1900 por el autor de los artículos de Siglo pasado , es puramente desalentador: «¡Cuántas veces, por cumplir un compromiso, por entregar a tiempo la obra del jornalero acabada, me sorprendo en la ingrata tarea de hacerme inferior a mí mismo, de escribir peor que sé, de escribir lo que sé que no vale nada, que nada importa, que sólo sirva para llenar un hueco y justificar un salario» [120] . No importa la exactitud sino el estado de espíritu y, muy a menudo, habrá tenido Clarín la sensación de vivir en una verdadera vorágine de la escritura, con esa agotadora sensación de "deber ganar el tiempo perdido" [121] .
Pero la misma frustración que conlleva el tener que escribir «a ocho días vista» pudo ser motivo de orgullo cuando de facilidad para escribir se trata.
Obviamente Clarín es un gran profesional de la escritura –«un acróbata de la pluma» dice Lissorgues (2005, 8) y no le falta conciencia de su pericia y enorme facilidad. Mucho se ha destacado este aspecto [122] , y lo confirma el propio interesado al convertir ocasionalmente lo que en otras circunstancias es motivo de descontento o frustración, en una jactanciosa y afectada superioridad: se puede vanagloriar con no poco desprecio de que «esta pacotilla literaria la despach(e) «como otros juegan al dominó; ni me preocupa la cabeza, ni me preocupa nada», afirma, de manera casi automática, aunque tenga a veces que «rascarse el ingenio». Pero esta misma facilidad, puede ser causa de mucho malestar, como cuando con su actividad de escritura mecánica y semi-industrial asocia una sensación de menosvaler, como cuando le dice a Galdós: : "apenas sé lo que escribo; debo una porción de cuartillas y estoy muy atrasado de trabajo ¿Cómo podría yo ganarme dos millones para no escribir como escribo?» [123] . En algún momento, cuando alude a su manera de "manejar la pluma el tiempo suficiente para ganar los garbanzos" [124] , parece Clarín ser espectador de su propia mano y pluma, y puede llegar a una angustiosa impresión de desdoblamiento casi esquizofrénico cuando, en una confidencia a su amigo Palacio Valdés, se autorepresenta «atendiendo a la literatura del garbanceo tan por máquina que me parece que me escribe los artículos otro, no yo " [125] , impresión relacionable con otros «despliegues " , aún más inquietantes, escritos más que descritos por Clarín [126] (Botrel, 1985, 118), acentuado por el juego con un seudónimo y la doble personalidad que supone, para todos los efectos [127] .
Esto, para Clarín, es escribir y no escribir : para escribir es preciso «estar para ello», es un verdadero leit-motivo de Clarín cuando se refiere a su escritura, que es la de creación y reflexión [128] . De ahí que sus frecuentes trastornos nerviosos le impidan «estar para ello» y que procure granjearse unas condiciones de trabajo teóricamente más favorables [129] . Así y todo, gran parte de la creación proyectada, con mucha ilusión y temerarios anuncios, muchas veces ideada , en el campo de la poesía, del teatro y de la novela, no llegó a plasmar, y en estas condiciones, lo de la necesidad de ganar dinero para tan digna finalidad como son los hijos pudo ser una socorrida explicación y un como consuelo para tan impotente y doloroso -por acompañarlo la conciencia- veleitarismo, para una incapacidad, transitoria o profunda, tal vez por «exceso de creatividad» (Lissorgues, 2005, 39), por dedicarse más al estudio y a la escritura «extensa» o de creación.
Clarín está, pues, abocado, con la conciencia de que podría e incluso debiera dedicarse a otras cosas, a la enajenadora escritura mercenaria y lleva esta imposición sin resignación y con no poco sufrimiento y sobre todo cansancio.
Síntoma de este malestar y de esta no resignación es la constante aspiración de Clarín a la conquista de la autonomía, de una mayor autonomía, para afirmar una necesaria libertad de expresión: «hablar con completa libertad», con «libertad segura» [130] , es, con la reivindicación de la responsabilidad, por supuesto una exigencia intelectual y moral de Clarín [131] , y cuando, en algunos casos de artículos no publicados o censurado, queda en su opinión conculcada su libertad, la defiende con mucha indignación e intransigencia [132] , hasta las mayores consecuencias [133] .
De ahí los reiterados esfuerzos por imponer su visión a periódicos ajenos o a sus editores, instrumentalizándolos, por decirlo así; la propensión a facilitar consejos, incluso a quien no se los pide, como Lázaro Galdiano [134] ; y también su probada capacidad para resistir las imposiciones de los directores, desde El Día hasta La España Moderna , con el efectivo riesgo de que le «echen», aunque en determinadas circunstancias se aviene al necesario compromiso, cumpliendo incluso encargos. El "sonado" caso de su ruptura con La España Moderna, en 1890 (Yeves, 2001), permite ilustrar hasta dónde puede llegar esta intransigencia moral de Clarín, consonante con su permanente y latente preocupación por preservar pero también construir su independencia [135] .
De ahí también el deseo frustrado y los intentos fallidos de emanciparse de la ley del público y de los directores, de esa "especie de censura previa, tácita, que limita la libertad del escritor" [136] , con la creación de órganos propios: la adhesión al proyecto de "órgano" de que le habla Galdós en 1885 [137] , el proyecto de transformación de sus Folletos literarios en revista [138] , la "gran revista científica literaria y científica" de que tanto habla a Galdós, en 1892-1893, o el proyecto de «Revista barata», en 1895 [139] . Todo en vanoy sólo muy efímeramente consiguió Clarín hacer coincidir su concepción de la prensa y del periodismo con su práctica periodística [140] .
Al cabo de 25 años de «cansar las prensas» e «inflar el perro viejo», al final -tal vez presentido -de una corta vida, lo que predomina en el Clarín periodista es el cansancio, la «pereza» [141] -¡un pecado!- y una instalada sensación de frustración.
A esas alturas es cuando con mayor insistencia, como tentación, opone el "devorador de libros" y "lector profesional" (Richmond, 2003, 9), el leer y el escribir, marcando una imposible dicotomía: leer como actividad reflexiva y salvadora versus escribir como actividad enajenadora [142] ... Pero nadie le paga por leer…y cada vez tiene Clarín menos ganas de escribir y aun de leer…y le entran tentaciones de «dejarse de artículos»,
«tentaciones de mandar telegramas a (sus) periódicos diciendo "Clarín ha muerto. Se ha pegado un tiro en el seudónimo. Ya no hay Clarín".
«Y dedicarme exclusivamente a la filosofía. Con firma entera (...) ¿ No habrá por ahí un millonario, mi admirador (...) que me diga : "le regalo a usted una porción de miles de duros, para que usted pueda descansar y dedicarse a la filosofía, olvidado de los paliques. No le impongo a usted más obligación que la de escribir antes de cinco años una Crítica de la razón que eclipse la de Kant ?
«Y la escribo. Vaya si la escribo, con eclipse y todo.
«Escribo la Crítica de la razón purísima.
«¡ Cualquier cosa antes que el palique número 999.999 ! " [143] .
Pero Clarín era un periodista concienzudo y con conciencia y hasta su muerte siguió escribiendo y enviando artículos para la prensa [144] , añadiendo incluso tareas remuneradas como la traducción de Travail de Zola para el editor Maucci, con la misma y permanente frustración de haber tenido que dejar todo lo demás como una potencialidad no del todo aprovechada [145] , sin que le sirva el consuelo de su amigo Palacio Valdés quien le sentía «más preocupado por los abrojos que por las flores que dejó en el camino (Alas, 1941, 138) y posiblemente la sensación de haber vivido como «fragmentado».
A pesar de la fugaz conciencia de contribuir al progreso de la cultura española [146] y de la coherencia del proyecto clariniano y de su obra, puesta de evidencia por Yvan Lissorgues, por más que buscara Clarín "ya no sólo restituirle al texto una continuidad argumental o argumentativa que no tuvo ni en la concepción ni en la escritura, sino más bien restituirle al escritor, mediante el texto, una imagen unitaria y coherente de sí mismo y de su actividad" (Díaz Lage, 2005), es lícito suponer que en la realización diaria, efímera [147] , debido a la dispersión de sus artículos en las planas de los distintos periódicos, le haya aparecido como la traducción fragmentada y dispersa de una actividad intelectual que Yvan Lissorgues (2005, 39) asimila a un «verdadero caleidoscopio mental» pero que, posiblemente sentía como profundamente unitario (Botrel, 2002d) y que por ende viviera como algo negativo y desvalorizante y hasta insoportable «la ingrata labor de componer literatura a ocho días vista», como decía González Blanco. En su mente siguen imperando los modelos dominantes, y no se habrá avenido a ser lo que tan señaladamente ejemplifica, un «escritor periódico» [148] .
Si bien queda sentada, pues, la finalidad económica y estratégica de la producción periodística clarinana y probada la sensación de menosvaler de que es también causa, es obvio que la reducción por Clarín del trabajo de escritura a una finalidad económica (el garbanzo) o sea un valor de cambio más que un valor de uso, un medio más que un fin en sí mismo, no permite caracterizar plenamente la compleja relación que mantiene con la creación y la escritura…
Más allá del novedoso modelo del periodista moderno y del intelectual comprometido que se esfuerza por configurar, dando el ejemplo, Clarín –lo sugieren varios estudiosos- habrá atribuido –consciente o inconscientemente- a la tarea de escribir unas dimensiones mucho más vitales aún que su propio mantenimiento material o el de su familia: la literatura como «proceso vital» -"vivir por escribir, escribir para vivir" (Richmond, 2003, 9,14)-, esta función catártica o terapeútica y demiúrgica que pudo tener la creación y la escritura (Botrel, 1985) y remite a unos aspectos más íntimos y hondos de la personalidad de Clarín; no se pueden ignorar [149] .
En algún artículo, como «No engendres el dolor», y sobre todo en los cuentos, también publicados en la prensa, «por dinero», en Un jornalero , Vario , Reflejo , Cristales , etc. más que en El hombre de los estrenos o Un grabado donde queda evocada la relación entre el dinero y las letras, en la "vasta y variadísima galería de personajes escritores" (Richmond, 2003, 10-11), presentados «desde diferentes ángulos en su soledad o en su relación con el mundo" (Richmond, 1983, 29), es donde tal vez se ha de buscar lo inencontrable: la manera de vivir Clarín su propia condición de intelectual.
Sirvan, pues, estas líneas introductorias como factual contribución a la omnicomprensiva y honda interpretación que requieren un intelectual como Leopoldo Alas Clarín y su obra.
Jean-François Botrel.
[1] Recogido en Siglo pasado bajo el título: "No engendres el dolor" ( OCIV/2 , p. 1975).
[2] Cf. Botrel, 1985, 109, Botrel, 2003a y Romero Tobar, 2003. [3] Véase Lissorgues, 2004.
[4] Véase Botrel, 2002b y 2002d, 126.
[5] "Vivo principalmente de lo que escribo" (Martínez Cachero, 1968, 147).
[6] Sin tener en cuenta el «descuento» que sufría el sueldo, 3.500 pesetas anuales es sólo la tercera parte de los haberes de obispo de Oviedo en 1870 y un poco más que el sueldo fijo anual de un decorador del vidrio de la loza de la fábrica de Gijón en 1885 (Botrel, 1985, 105). Un catedrático de universidad ganaba «de entrada» tanto como un ingeniero de 2 a clase, un oficial de 2 a clase del Cuerpo pericial de Aduanas o un Canónigo de oficio o una Dignidad en la carrera eclesiástica y quinientas pesetas más que un capitán del ejército; el sueldo «de término» era inferior al de un comandante del ejército y comparable con el de un Deán en el clero catedral, que no obstante podía elevarse a 6.000 pesetas (cf. Oca, 1898). Sobre Leopoldo Alas, catedrático de universidad, véase Guereña, 2005.
[7] Cf. OCVII , p. 498.
[8] Carta de 8 de abril de1884 (Ortega, 1964, 217).
[9] Carta a Galdós de 17 de junio de 891 (Ortega, 1964, 259).
[10] En 1895, a su antiguo compañero de redacción en El Solfeo , Antonio Sánchez Ramón, director de El Porvenir vascongado , le confía Clarín: «Yo tengo tres hijos que son el motivo de que escriba tantos artículos. Gano algo, una cosa así como director general sin descuento; pero trabajo más que la mayor parte de los directores generales» (BNM Ms 21.373/37), idea repetida en el Madrid Cómico del 16 de noviembre de1895: «me tengo clasificado, por el haber periodístico, entre los generales de división, o por lo menos entre los directores generales, un año con otro», situándose, pues, en la parte alta del ranking de los funcionarios y de la renta. En 1874, un director general de la administración cobraba anualmente 12.500 pesetas (cf. Nieto, 1967).
[11] De 15 pesetas en 1883 en Madrid Cómico a 20 duros (100 pesetas) y hasta 37 (¡185 pesetas!) por un artículo en La España Moderna en 1889. Lázaro, en cartas de 28 de febrero y 15 de marzo de1889, se compromete a pagar 15 duros por artículo, cuento o novela, siempre que sean de revista, es decir, largos» (Yeves, 2001,30), 10 duros por una nota bibliográfica» como la dedicada a El año pasado de J.Yxart (cf. Yeves, 2001, 60) y, a partir de noviembre de 1889, 20 duros por artículo (12 reales por cuartilla, siempre que la totalidad no pase de 33» (Yeves, 2001, 67). En 1891, según cuenta Clarín a Pérez Galdós le ofrecen 50 duros al mes por dos cartas en La Argentina (Ortega, 1964, 257).
Por la la edición ilustrada de La Regenta cobra 11. 000 reales (2.350 pesetas )(Botrel, 1985, 107). Por Pipá y Sermón Perdido recibe 3.000 reales (Blanquat, Botrel, 1981, 13); la misma cantidad por Nueva Campaña (Blanquat, Botrel, 1981, 32); 2.600 reales por 4 a edición de Solos de Clarín (Blanquat, Botrel, 1981, 58); 1.250 pesetas (5. 000 reales) por Doña Berta (Blanquat, Botrel, 61); 3.000 reales por El Señor… (Blanquat, Botrel, 1981, 76); 25 duros por el primer Folleto literario , 40 después (200 pesetas) (Blanquat, Botrel, 1981, p assim ). Por una edición de 6. 000 ejemplares de Su único hijo recibirá Clarín, 9.000 reales (2.250 pesetas) (Blanquat, Botrel, 1981, 47), o sea: más de la mitad de su sueldo anual (sin descuento) de catedrático en la universidad.
[12] Cf. Botrel, 1987, p. 8, nota 21 .
[13] Elaborado a partir de datos sobre el precio de los garbanzos en Oviedo y del pan en Valladolid (cf. Conard, Lovett, 1969)
[14] Lo más rentable en la época es a saber el teatro no le salió, como se sabe (cf. Romero Tobar, 1975). Sin embargo, cobró algunos derechos por las representaciones de Teresa según consta en el Libro de correspondencia … del librero Martínez (Botrel, 2004). Conste que el catedrático Leopoldo Alas no se dedicó a publicar libros de texto –práctica corriente en la época. A la traducción (remunerada) de Travail de Zola dedicará los últimos meses de su vida, ayudado ya por distintos colegas (cf. Saillard, 1989).
[15] Sólo enviará Clarín 81 colaboraciones a la prensa en vez de las 180 proyectadas (Lissorgues, 2004, 13), y sobre todo perderá la posibilidad de colaborar en La España moderna .
[16] «Haría falta acopiar todos los documentos posibles sobre los escritores, penetrar en su vida, conocer su fortuna, establecer su presupuesto, seguirles en sus preocupaciones cotidianas; haría falta sobre todo estudiar las condiciones de la librería, saber lo que un libro le valía a su autor, apreciar si el trabajo literario bastaba para alimentar al hombre. Sólo entonces se tendrían las verdaderas causas del espíritu literario de aquella sociedad desaparecida, pues el suelo explica la planta» ( apud Botrel, 1981, 78). Como contribuciones parciales a la tarea, véase Botrel, 1970, 1974ab, 1977, 1978, 2000.
[17] Más de 8 veces menos que un ministro, más de 3 veces menos que un gobernador de provincia (10 000 pesetas + 3 500 de gastos de representación en 1883.
[18] Cf. Carreras, 1989.
[19] Blanquat, Botrel, 1981, 69.
[20] Blanquat, Botrel, 1981, 56-57.
[21] Blanquat, Botrel, 1981, 43.
[22] Por ejemplo, parece ser que el mes de junio es para Clarín un mes malo por ser periodo de de exámenes con menos ganancias, pues, cuando los gastos aumentan con los viajes a la costa para el verano.
[23] En setiembre de 1889, por ejemplo, necesita Clarín 5.000 reales de anticipo, pedidos a su editor Fernández Lasanta (Blanquat, Botrel, 1981, 48).
[24] «no te preocupes demasiado del porvenir de tus hijos...», le escribe Armando Palacio Valdés el 2 de abril de1896 (Alas, 1941, 157); en algún momento, Clarín confía a Galdós que si se trasladara a Madrid sería «por el porvenir de sus hijos".
[25] «necesito cobrar para poner mejor a Polín»; «sigo ganando la cena de mis hijos (dos) con artículos»; «tres hijos son muchos hijos y salen a muchos artículos cada mes»; "yo tengo tres hijos y sólo en juguetes me gastan un dineral" (Ortega, 1964, 258); «tengo tres hijos y salen a muchos artículos cada uno» (Alas, 1943, ); " no soy más que un padre de familia que no conoce otra industria que la de gacetillero trascendental» (Ortega, 1964, 250), etc.
[26] Botrel, 1997a, 23
[27] "como ahora tengo salud y dos hijos no hay más remedio que trabajar", dice por ejemplo.
[28] Menudean los casos de trastornos físico-psiquicos, las jaquecas acompañadas de «mil rarezas nerviosas indescriptibles», «los nervios», como suele decir (Botrel, 1985, 114; Blanquat, Botrel, 1981, 28, nota 34), además de la constante y engorrosa enfermedad que diariamente le aqueja (cf. lo que escribe a Galdós el 28 de abril de 1900: «Esto de ser un espíritu y un alcantarilla!» (Ortega, 1964, 289).
[29] Alas, 1941,160.
[30] «Yo… por dinero baila el perro», le escribe a Galdós el 13 de noviembre de1885 (Ortega, 1964, 235); «lo que me anima a escribir sacudiendo la vergüenza de ser una medianía más, a lo sumo, es la actio triticionaria que decimos los Papinianos, los bonos para la cocina económica que me dan los editores para mis papeles» (Ortega, 1964, 241); y a Altamira, afirma el 16-IX-1893, "todo esto lo hago por dinero. Si fuera rico publicaría mucho menos y de otra manera» (Martínez Cachero, 1968, 158); atiende a«la literatura del garcanceo» (Gómez Santos, 1952, 50); cumple con la parroqui a, etc.
[31] «articulejos», «noveluchas», «artículos gárrulos y dislocados», «articulillos», «libricos», «librejos», «futesas», «naderías», «novelejas», son formulaciones todas muy despectivas, además del tremendo neutro: «Ahí va eso» (Botrel, 1985, 106).
[32] «buhonero de la letra menuda», "jornalero de las letras», «coche de punto de la literatura», «picapedrerodel periodismo literario», «cumplir con la parroquia», etc.
[33] Blanquat, Botrel, 1981, 77.
[34] Ortega, 1964, 253.
[35] Madrid Cómico , 17 de julio de1897.
[36] Véase, por ejemplo, lo que escribe en su artículo «El centenario de Calderón», recogido en La literatura en 1881 (1882).
[37] Reafirma un principio conocido por Palacio Valdés ya en 1885 (cf. Alas, 194, 124), y en 1885, afirmaba a Galdós, a propósito de La Regenta : "El saber la opinión de Vd y otros pocos y cobrar el libros es lo que me interesa" (Ortega, 1964, 224). En 1895, también espera ingresos con la venta de Teresa («Que salga cuanto antes Teresa ; reportando mucho…» (Ortega, 1964, 277).
[38] Es amateur periodista, «el que no es verdaderamente literato, pero lo pretende», quedando fuera del anatema «los literatos que escriben ordinariamente en periódicos y los políticos, noticieros, técnicos que escriben en la prensa lo mejor que pueden». Mucho lamenta Clarín que hoy en día sea literato, «no todo el que puede, sino todo el que quiere» ( El Heraldo , 5-VIII-1895) y manifiesta poca estima por los concursantes en los Juegos Florales, los poetas de abanico, los escritores locales, etc.
[39] Madrid Cómico , n°665, 16 de noviembre de1895.
[40] Cf. «Gratis (Polilla literaria)», OCVIII , pp. 142-145.
[41] Para "batirse desde donde le oigan los sordos" (Ortega, 1964, 232); pero no le parecería bien «trabajar de balde indefinidamente" (Ortega, 1964, 235).
[42] "haré yo lo que mucho trabajo me cuesta que es escribir de balde aunque sea dos o tres veces al año sólo", le escribe a Altamira en 1888 (Martínez Cachero, 1968, 150). En La Justicia publicará al menos 16 artículos (cf. Lissorgues, 2005, 37-38).
[43] Madrid cómico , 23 de febrero de1889 ( OCVII , p. 779-780.
[44] Cf. El Heraldo , n° 1.731, 2 de agosto de1895.
[45] No como aquéllos que "firman como unos calcetines o una funda de almohada, es decir con iniciales; o con un seudónimo deleznable que hoy es uno y mañana otro" ( La Publicidad , n° 5.824, 14 de enero de1895).
[46] El Heraldo , n° 1.731, 5 de agosto de1895.
[47] La Ilustración ibérica , n° 627, 5 de enero de1895.
[48] Madrid Cómico , n° 665, 16 de noviembre de1895. Ya el 10 de febrero de 1894, afirmaba que aunque sólo media docena de autores de libros amenos pudieran vender bastante, no le parecía tan poco que en España hubiera «quien vaya pudiendo vivir de lo que escribe» ( OCVIII , p. 658).
[49] Cf. La Publicidad , 31 de julio de1895.
[50] Madrid Cómico , n° 665, 16 de noviembre de1895.
[51] Ibid.
[52] La Publicidad , 31 de julio de1895.
[53] En 1889, en una carta a Galdós,alude a «esta lucha desigual con el aspecto económico de las letras en España; es muy poco el dinero que le dan a uno por trabajar mucho» ( Ortega, 1964, 214-5).
[54] Algunos ejemplos: «trabaja», «quier(e) y necesita trabajar», «trabaja poco», el médico «no (le) deja trabajar», «trabaja otras cosas que la novela», promete ser «en adelante más trabajador», está «muy atrasado de trabajo», «el trabajo es grande», «el trabajo es mayor», «articulillos que no son en rigor trabajo»…
[55] Si en su primera carta a Sinesio Delgado se considera «honrado con lo que este le propone, en la segunda puntualiza: «no he entendido claramente la invitación de Vd. a escribir en su Madrid cómico . ¿Se trataba de escribir gratis? En ese caso con mucho gusto regalo a Vd. el artículo publicado; y siento, por mis ocupaciones lucrativas, no poder continuar honrándome con esta colaboración.
¿Se paga? En es caso con no menor gusto cobraré mi artículo; y si Vd. quiere…» (Botrel, 1997, 11).
En 1889, de una carta de Lázaro Galdiano, se deduce que Clarín había pedido más que los 30 duros por «Sinfonía de dos novelas», con el siguiente comentario del director de La España moderna : «Pero ¡ qué boca de fraile tiene Vd.! No me pida más precio que el que doy, porque hago todo lo que puedo y más de lo que puedo» (Yeves, 2001, 63).
[56] Sobre este particular, véase Blanquat, Botrel, 1981, p. 54, nota 78.
[57] Indirectamente, la sorpresa de Lázaro Galdiano al comprobar que Clarín interpreta«como coacción a su libertad de crítico el natural deseo que como director abriga que en (su) Revista se hable de las producciones más importantes y de los autores más famosos» ( Yeves, 2001, 72), es prueba de que no siempre acepta Clarín esta relación de fuerzas.
[58] Véanse, por ejemplo, las palabras bastante convencionales que le merecen las obras de Sinesio Delgado (Botrel, 1997b, passim ) o su recurrente pretensión a instrumentalizar a Manuel Fernández Lasanta (Blanquat, Botrel, passim ).
[59] Cf. Blanquat, Botrel, 1981 y Botrel, 1997b.
[60] No duda, por ejemplo, en establecer competencia siquiera ficticia o táctica entre editores (cf. Blanquat, Botrel, 1981, 30 y 50).
[61] Véase Blanquat, Botrel, 1981, 21, nota 26.
[62] Cf., por ejemplo, lo que le escribe a Galdós, el 1VI-1891, sobre sus discusiones con Ortega y su posible colaboración en El Imparcial , "si llegamos a convenir el precio" (Ortega, 1964, 259).
[63] La última expresión es de Clarín, en una carta de 17-II-1896 a Lázaro Galdiano (Yeves, 2001, 75).
[64] «El último palique», Madrid cómico , 18 de junio de1892 ( OCVIII , p. 373).
[65] "cuántos cinco duros dejo yo de ganarme por no ponerme a escribir", escribe a Salvador Rueda (Martínez Martínez, 1987, 1088).
[66] Por ejemplo, no envía a Madrid cómico un cuento ( Don Urbano ) porque –dice- «le sale mucho más largo que… seis duros « (Botrel, 1997b, 20).
[67] Unos 1.000-1.100 signos cuando de cartas y artículos se trata, más en el manuscrito de La Regenta (Botrel, 2001c, 155). «Debo una porción de cuartillas y estoy muy atrasado de trabajo» escribe a Galdós el 15 de octubre de1889 (Ortega, 1964, 255).
[68] «tengo calculado que por término medio cada cuartilla que escribo me vale cinco pesetas, un duro que es como yo cuento. En rigor me valen más, pues son pocos los artículos en que bajan de un duro y muchos en los que suben» (Blanquat, Botrel, 1981, 40).
[69] Cuanto más largo es el artículo, tanto más caro ha de ser… y el artículo lo trata a veces como si de una mercancía se tratara: en diciembre de 1893, por ejemplo, propone a Sinesio Delgado enviarle «artículos sueltos a precios módicos, por ejemplo (…) a diez duros. Si quiere avise» escribe (Botrel, 1997b, 32). Sobre estos aspectos, véase Botrel, 1979, 126-127.
[71] Hacer cuentos cortos es «a veces difícil y exige tiempo, escribe Clarín a Sinesio Delgado (Botrel, 1997b, 33).
[72] «Los paliques son los artículos que más trabajo me cuesta según me hago viejo y en cambio (al 14) son los que menos me valen» , escribe Clarín en 1892 (Botrel, 1997b, 28) insistiendo en el que «esos articulillos ligeros (le) cuestan más trabajo que los pesados» cuando afirma a Fernández Lasanta que «esos articulillos no son en rigor trabajo. Estos salen como quieren» (Blanquat, Botrel, 1981,29) y quelos artículos le «cuestan menos trabajo que los folletos y las novelas» (Blanquat, Botrel, 1981, 39).
[73] Resulta que escribir una novela, es más de dos veces menos rentable que hacer un palique y un folleto más de tres veces menos rentable que un cuento o una novela corta; escribir un cuento largo es casi siempre más rentable que hacerlo corto… (Botrel, 1979, 129), esto, sin tener en cuenta la posibilidad de coleccionar ciertos artículos en libros con la consiguiente remuneración adicional : así por ejemplo, con las 750 pesetas recibidas por El Señor…, por cada 500 signos cobra Clarín un plus de casi una peseta (Botrel, 2003b, 149-150).
[74] «si un artículo me vale a duro cuartilla la novela a dos o tres duros», afirma Clarín a Sinesio Delgado el 17 de diciembre de1889(Botrel, 1997b, 22)… Sin embargo, un rápido cálculo aplicado a La Regenta (unos 2.000.000 signos) arroja la cantidad de un poco más de una peseta por cada 1.000 signos. Pero ¿el valor simbólico?
[75] Blanquat, Botrel, 1981, 50.
[76] Con el privilegio de que el incumplimiento del contrato en cuanto a periodicidad o género no tenga consecuencias a efectos laborales aunque sí económicos, por supuesto.
[77] A partir de la clasificación hecha por Y. Lissorgues (2005) de la «prolífica producción periodística» de Clarín, se puede calcular que entre 1882 y 1901, entre Paliques, Revistas mínimas, Sáturas, Instantáneas, etc., escribió Clarín más de 900 artículos que pudieron pertenecer a lo que él llama la «literatura menuda», un 55% de su producción periodística durante aquellos años, a comparar con las 139 revistas literarias y las 43 lecturas de «crítica grave» o las 200 entregas de cuentos (Lissorgues, 2004, 16-17).
[78] Da Clarín una expresión económica a esta dimensión al lamentar estar gastando «para acuñar ochavos morunos las fuerzas y el arte que podría emplear en hacer por lo menos una peseta» (Martínez Cachero, 1968, 149).
[79] Madrid cómico , n° 665, 16-XI-1895.
[80] Ilustración de estas visiones puede ser lo que Pepe Ruiz dice a Saturna en Tristana («entre los de pluma todo es hambre y necesidad») o la pesimista reflexión del impecunioso Valera («para ganar dinero escribiendo en España… donde tan mal se paga, importa convertirse en chorro continuo de tinta o poco menos» ( apud Botrel, 1981,78a). Más bien habrá compartido la opinión de Palacio Valdés cuando afirmaba que «la gloria siempre está un poco melancólica cuando no la meten en el bolsillo algún dinero» ( Alas, 1941, 136).
[81] Como, con no poca ufanía escribe a Galdós el 17 de junio de1891: "dinero que me dan más [que los libros, JFB ] los periódicos a quien voy cobrando caro las puntadas" (Ortega, 1964, 260).
[82] Madrid cómico , n° 665, 16 de noviembre de1895.
[83] «Ya sabe usted que no escribo más que por dinero y por bastante dinero (para lo que se paga en España» (Botrel, 1985, 177).
[84] «…pero, en secreto, a Vd. solo», añade Clarín a la información anterior… Esta misma cultura del «secreto» a propósito del dinero recibido a cambio de su producción intelectual se puede observar, en varias ocasiones, en una carta a Fernando Fe («Queda roto el secreto por lo que toca a mis dos libros, puede Vd. decirlo a quien quiera (el precio no…por…pudor al arte)», escribe Clarín, en 1884 (Blanquat, Botrel, 1981, 11), en las a Sinesio Delgado, etc.
[85] Enviando dinero a Tomás Tuero o adelantando unas cantidades a Orbón por ejemplo (cf. Botrel, Blanquat, 1981, 53; 61-62; Botrel, 1980, 79a).
[86] Ya se dijo que si bien puede aceptar de colaborar gratuitamente cuando se trata de periódicos afines, cuida mucho de precisar que se trata de algo transitorio (caso de El Globo ) o excepcional (caso de La Justicia ) y que no puede suponer ninguna merma al principio
[87] Blanquat, Botrel, 1981, 43.
[88] Ortega, 1964, 246.
[89] Su revista del 15-VII-1895 da definitiva cuenta de lo que opinaba al respecto.
[90] Botrel, 2001a,81. Sintomática de esta preocupación es la siguiente reflexión hecha a Galdós el 1 de mayo1895 a propósito de El Imparcial , donde ha entrado,a más de Los Lunes , para escribir (y cobrar) porque le conviene económicamente pero también porque tiene «mucha propaganda que hacer de muchas cosas literarias y no literarias que (tiene) en el buche» (Ortega, 1964, 278). .... De la misma preocupación es reveladora la carta a Lázaro Galdiano de 17-II-1896 (Yeves, 2001, 75).
[91] Véase Alonso, 2005.
[92] Martínez Cachero, 1968, 150.
[93] Cf., por ejemplo, la carta a José María Esteban (Biblioteca Nacional, Ms. 21.373-35).
[94] Cf. Botrel, 1987, 21 y Versteeg, 2003, 570-571 .
[95] Como un artesano, Clarín hace artículos («tengo parroquia para hacer artículos de quince duros todo el mes seguido sin levantar cabeza», afirma). El mismo verbo lo aplicar a otros géneros: «Voy a hacerle a Vd. comedias breves», le anuncia, por ejemplo, a Sinesio Delgado en septiembre de 1895 (Botrel,1979, 127). Una reflexión a Fernández lasanta en 1988 (Blanquat, Botrel, 39) lo explicita la relación de Clarín con su oficio y sus parroquianos: «A Dios gracias no me falta parroquia, pero me falta salud para cumplir con ella; soy como un peluquero que tuviera en la tienda esperando a varios parroquianos… pero que tuviera parálisis en las manos la mayor parte del día ».
[96] A Sinesio Delgado, en 1894, escribe que «preferiría fijar un sueldo mensual por número de artículos» (Botrel, 1997b, 34) y en 1888, hasta contempló el estatuto de
asalariado como para un segundo empleo: «estoy seguro de que trabajaría más poniéndome a sueldo, a sueldo sólo y cobrado fijamente», escribe a Fernández Lasanta (Blanquat, Botrel, 1981, 39-41). En alguna medida, sus relaciones con la agencia (literaria) Almodóbar responde a la misma preocupación e intención. Lo de «albañil literario», según U. González Serrano (Botrel, 1985, 105), más bien se ha de interpretar como una alusión a la obstinada e ingrata tarea de construcción a la que Leopoldo Alas dedicó su vida.
[97] «Le suplico que no me apure. Para mí un libro de este género no puede ser asunto de comercio, y no puedo trabajar en él más que cuando estoy para ello», escribe Clarín a su editor en 1890 (Botrel, Blanquat, 1981, 51).
[98] Sobre este particular, véase Versteeg, 2003, 558.
[99] «levantarse temprano y trabajar por la mañana. El aire matinal es refrigerante y sin saber por qué colorea la sangre; los trabajos por la noche, sobre todo a altas horas, minan el organismo» (Alas, 1941,137) o «intervalos de reposo aire puro, esparcimiento y ejercicio» (Alas, 1941,157)
[100] A Salvador Rueda: «Si padece Vd. de los nervios tome en serio lo de curarse; higiene, higiene sobre todo. Sacrifique Vd. cualquier cosa a la paz nerviosa» (Martínez Martínez, 1987, 1.084) o a Rafael Altamira (el 1° de abril de 1891): «¡ Ojo con el estómago o lo que sea! Los médicos son unos sabios, particularmente Simarro, y debe Vd. cumplir al pie de la letra lo que le manden. Mucho ejercicio y poco trabajo, a poco que Vd. no se sienta como un roble. Yo paseo como un azotacalles, no hay fiesta donde no esté y soy a estas horas un espadachín , un gaucher de cuidado, no para matar a nadie, sino por lo que suceda. No hay ejercicio como la esgrima, a mi edad, a lo menos» (Martínez Cachero, 1968, 154-155).
[101] En enero de 1888, por ejemplo, en dos cartas a Salvador Rueda cuida precisar que las escribe a las 12 o a las 12 y media de la noche y que en seguida va a ... cenar (cf. Martínez Martínez, 1987). No faltan referencias a estos hábitos: "son las dos de la madrugada y acabo de escribir 10 cuartillas" (Ortega, 1964, 262) ; «Yo creía que esta semana no había Madrid Cómico , y estoy improvisando este artículo a las doce y media y sereno » ( OCVIII , 80)…
[102] En la Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala de este despacho se conservan, según inventario : una mesa de despacho de 0.80 metro de altura y tablero de 0.78 x 1. 37, una silla tapizada en hule granate, estanterías pequeñas de pared, dos armarios-librería de madera de castaño, una mesa auxiliar, un escabel, un plumero verde, una bola del mundo, una regla de madera.
[103] Oleza (2005, 61 y 62) observa en Clarín a la vez una «obsesión por el beneficio inmediato» y una especie de «autoflagelación».
[104] Madrid Cómico , n° 721 ( apud Versteeg, 2003, 559) o la famosa definición del palique como «modo de ganarse la cena el autor honradamente a falta de pingües rentas» ( apud Versteeg, 560) o la también muy conocida exclamación: « ¡Esos paliques ! Pobres palique s. Como quien dice:¡pobres garbanzos!» ( OCIV-2 , p. 1868).
[105] Cf. OCVII , p. 498). Puede sentirse la misma autoironía cuando finge Clarín compararse con Goëthe: «Quisiera yo ver a Goëthe necesitando escribir a diario para el garbanzo, y queriendo llevar adelante la autoeeducación» (Amorós, 1981, 17)
[106] La Correspondencia de España , 14 de febrero de1892, OCVIII , pp. 283-291.
[107] A Palacio Valdés:«escribo mucho porque la vida es cara; no por dejar cuatro ochavos más a mis hijos» (Gómez Santos, 1952, 50). A Menéndez Pelayo: «los cien artículos que por mi mal y mis garbanzos escribo a los 32 vientos» (Alas, 1943, 65); «no me juzgue usted por lo demasiado que escribo por el presente de mi prole» (Alas, 1943, 90); "hágame el favor de apreciarme a mí un poco más que a mis escritos ; recuerde que escribo para comer" (Revuelta, XI, 382); a Galdós: «Yo no soy novelista ni nada; nada más que un padre de familia que no conoce otra industria que la de gacetillero trascendental» (Ortega, 1964, 249); «¿Cómo podría yo ganarme dos millones para no escribir como escribo? (Ortega, 1964, 255); a Altamira: «Todo esto lo hago por dinero. Si fuera rico publicaría mucho menos y de otra manera» (Martínez Cachero, 1968, 158).
[108] Alas, 1941, 160.
[109] Ya en 1895, cuida observar que «para cada novela de Galdós (y son varias docenas) h(a) escrito uno y a veces dos o tres o más artículos ( El Imparcial , 30 de diciembre de1895). La confirmación del hecho en Sotelo (1991).
[110] ¿De ahí también el empeño de Clarín en recordar a Galdós que ha decidido dedicarle su novela y luego drama Juanito Reseco , que nunca llegará a escribir?
[111] OCVIII , p. 142.
[112] Como ilustración de esta situación cita M. Versteeg (2003, 568) a Clarín quien para explicar la falta de artículo en un número de de Madrid cómico escribe: «Fue que hubo huelga; fue que hubo un paro . Yo soy obrero; de vez en cuando me insubordino porque me canso. Si hasta Dios Padre descansó el sábado, ¿por qué yo solo, siempre atizando, como la lumbre de un alto horno (no hay altos hornos para los clásicos), fuego de Vesta, nunca apagado?».
[113] Como, por ejemplo, un artículo para cada número, es decir doce al año, para La España Moderna , por ejemplo, pero también enviando copia por anticipado como pasa con los cuentos para El Liberal (Botrel, 2003b) o a la agencia Almodóvar.
[114] Cf. OCVIII , p. 80
[115] Lázaro Galdiano, por ejemplo, se queja de que Clarín le haya tenido «meses y meses aguardando el envío de original, dejándome al fin colgado y sin contestar a (sus) cartas» (Yeves, 2001, 70) y de hecho los incumplimientos de Clarín y en la correspondencia con Sinesio Delgado menudean las excusas (Botrel 1987, 13)
[116] Por ejemplo, a partir de 1893, Sinesio delgado «prohibe» los paliques en el Madrid Cómico o exige unos cuentos que quepan en un número, que no se continúen (Botrel, 1987, 14).
[117] Con artículos que a veces salen un poco serio: «prefiero eso a reírme sin ganas» asegura (Botrel, 1987, 16). En 1894, pretende en su colaboración en Madrid Cómico dar «variedad al asunto y modo de tratarlo, porque cre(e) que perjudicaría el extremado rigor de encasillado en las materias» (Botrel, 1997b, 34).
[118] Madrid Cómico , n° 18, 3 de febrero de1900.
[119] «los humildes coches de punto de la literatura (…) tenemos que repetirnos» ( Ibid .)
[120] Ibid.
[121] A R. Altamira, el 13-VI-1887 (Martínez Cachero, 1968, 167).
[122] Véase Posada, 1946 y Botrel, 2001c.
[123] Ortega, 1964, 255. «¡Ay, don Benito!, -le escribe en otro momento- ya tengo tres hijos y sólo en juguetes me gastan un dineral; de modo que escribo como un cavador y a veces apenas sé lo que digo" (Ortega, 1964, 258).
[124] Martínez Cachero, 1968, 151
[125] Gómez Santos, 1952, 50.
[126] Cf., por ejemplo, el palique de 7 de marzo de1891 ( OCIV-2 , p. 1976) donde alude a esa «voz nerviosa , la voz de ese otro yo que llevamos todos, o los histéricos por lo menos».
[127] A todas las consecuencias de los ímpetus y desafíos de Clarín –del «señor Clarín» como decían algunos- le costó a veces dar la cara. Véase, por ejemplo, el conocido episodio del palique denunciado en 1897 (Botrel, 1997b, 43-46) o y la pertinente observación de que la utilización del seudónimo «no es usurpación de estado civil". Sobre los seudónimos de Leopoldo Alas, véase Romero Tobar, 2001.
[128] «Yo no sé escribir sino cuando estoy para ello» dice Clarín y en diciembre de 1886, julio de 1888, finales de 1889, mayo de 1890, lo va repitiendo en sus cartas a Manuel Fernández Lasanta (Blanquat, Botrel, 1981).
[129] Como las expuestas en la carta de 29 de julio de1888 a Fernández Lasanta (Blanquat, Botrel, 1981, 39-42).
[130] Citado por Versteeg, 2003, 557.
[131] Ya en 1884, precisaba Clarín al director del Madrid Cómico : «excuso decirle a usted que de todos mis artículos soy yo siempre el único responsable en todos los terrenos» (Botrel, 1997b, 12) y no faltarán lances derivados de tal concepción para los cuales tendrá que dar la cara.
[132] Véase, por ejemplo, su reacción al no publicar Sinesio Delgado dos paliques sobre la gramática de Fernanflor (Botrel, 1997b,17) o la petición de que se le publiquen íntegros sus artículos «sin quitar ni una palabra» amenazando con presentar la dimisión si la intención de Sinesio Delgado fuera «no publicar íntegro el palique» (Botrel, 1997b, 26). Lo cierto es que no siempre tiene libertad de forma y asunto (cf. Botrel, 1987, 9-10), pero Clarín puede adaptarse a la línea o los requisitos del periódico: por ejemplo no hablar de política en Madrid Cómico , excepto en circunstancias excepcionales (cf. Botrel, 1999) y llegar de esta manera a crear una línea periodística adaptada y original (cf. Lissorgues, 2005).
[133] Consecuencias de su "excesiva" entereza o agresividad y de su sentido de la independencia serán su separación de El Día, La Publicidad y tal vez El Progreso (Saillard, 2001b) : "me han echado con buenos modos de todos los periódicos de alguna circulación donde escribía. Mis queridos correligionarios son así a veces (como los de Vd) no comprenden que se alabe a los contrarios y se pegue como ellos dicen a los amigos ", le escribe a Menéndez Pelayo el 12de diciembre de1884 (Alas, 1943, 32), y el 24 de julio de1884 echa de menos, en una carta a Galdós, esta situación: " De La de Bringas no podré hablar al público por falta de periódico (...) total que ya no tengo una almena que pueda decir que es mía" (Ortega, 1964, 222). Pero en otro momento, al contrario, puede observar -y destaca : "Soy republicano y El Heraldo no y allí escribo" ( El Heraldo , 5 de agosto de1897), porque le deja expresarse libremente. Desde una deontología poco acomodaticia y menos claudicante.
[134] «Si fuera mío (el Madrid Cómico ), hasta le cambiaría la forma…», escribe Clarín a Sinesio Delgado el 21 de marzo de1896 (Botrel, 1997b, 43); sabemos que mediante sugerencias e incumplimientos, procura inflexionar la línea del Madrid Cómico (Botrel,1987, 10) antes de llegar a dirigirlo fugazmente.
[135] «¡ Artículos de encargo! ¡ Un orden de prioridad impuesto por el editor! Con los mejores modos, los mismos que él usaba conmigo, «advertí al Sr. Lázaro que en la crítica de Clarín , sólo debía mandar Clarín» (…) «No ya por los veinte duros que paga el Sr. Lázaro por un artículo, ni por veinte millones de duros…, se me seduce a mí hasta el punto de hacerme hablar bien, o menos mal, de una cosa de que no quiero decir nada, o de que quiero decir mucho malo (…) presenté mi dimisión, y me fue admitida» ( OCIV-2 , pp. 1437-38). Obsérvese, sin embargo, que pudo aceptar el encargo de una nota bibliográfica sobre El año pasado de Yxarty sobre «La crítica y la poesía en España» (cf. Yeves, 2001, 65).
[136] La Publicidad , n° 7.364, 9 de abril de1899.
[137] Cf. Ortega, 1964, 232-233.
[138] Cf. Museum (Mi revista) de la que publica en 1890 el primer y último número (cf. Blanquat, Botrel, 1981, 23, nota 28) y el empeño que pone en publicar sus Folletos literarios para librarse de los temas y géneros impuestos y de las rémoras del folletín corto de techo, de los artículos que no pueden ser más largos cuando tiene mucho que decir todavía (cf. Madrid Cómico , n° 424, OCVIII , 120) y, en general, «los estrechos límites en que ha de moverse» ( OCVIII , 176).
[139] Cf. Ortega, 1967, 279 y 282 y Botrel, 2002b, 378.
[140] También la voluntad de decidir sobre aspectos editoriales de sus propias obras (cf. Blanquat, Botrel, 1981, 20 y 55, por ejemplo), ser autoeditor como Galdós o editor (en el sentido anglosajón) de una «Biblioteca anglo-alemana». Se le ve muy atento por detalles como la cadencia de publicación, cuando dice, por ejemplo, que «no conviene que un mismo autor dé muchas obras a un tiempo y tardando mucho en salir las que Vd. tiene mías no puedo yo despachar las que tengo preparadas y esto lastima mis intereseses (Blanquat, Botrel, 1981, 18).
[141] «Se necesita el jornal… y sin embargo, muchas veces no se escribe el artículo con que se gana. ¿por qué? Por pereza; ¡Ay! Veinticinco años de llenar cuartillas dan derecho a no tenerse por holgazán … pero¡es el cansancio!» ( El Pueblo , 21 de marzo de1900).
[142] Ya en 1886, le confiaba a Galdós: "¡Si me pagasen los periódicos por leer bien como me pagan por escribir mal" (Ortega, 1964, 238). En 1889, confirma esta aspiración a refugiarse en la lecturaen una carta a Sinesio Delgado: «Cada día me gusta más leer y menos escribir» (Botrel, 1997b, 21), y a Galdós: «Ya sé cual es mi vocación, leer. Pero no lo pagan…, y se estropean los ojos y el estómago» (Ortega, 1964, 253).
[143] Madrid Cómico, 30 de octubre de1897 ( apud Botrel, 1999, 58). El creciente desánimo y pesimismo vital se percibe en uno de sus últimos cuentos, Reflejo (Confidencia) , cuando se refiere "el señor X" a los libros que no hace ("Son inútiles. No los leen. No los saben leer") y a los artículos que sí se leen... "pero tampoco se entienden".
[144] Leopoldo Alas muere el 13 de junio de 1901 y para Los Lunes del Imparcial del 10 de junio había enviado una «Revista» dedicada al discurso de Menéndez Pelayo ante «los artistas y eruditos de la Academia de San Fernando» (Lissorgues, 1980, 182).
[145] En su última carta a Galdós, el 17 de mayo de1901, escribe Clarín: "Si sano de veras, entonces veré de volver a hacer libros y procurar que sean de alguna sustancia y de algún arte" (Ortega, 1964, 296).
[146] Hasta «los infelices picapedreros del periodismo literario (…), abren los caminos vecinales por donde va andando poco a poco la atrasadísima cultura española» ( OCVIII , 43)
[147] Antes de que con estas Obras completas, se llegara a dar forma más perenne a la obra periodística de Clarín, sólo había llegado a coleccionar Clarín menos de un 10 % de sus artículos y cuentos (Botrel, 2001a, 78). Recuérdese lo que escribía Clarín a propósito de Agridulces de A. de Valbuena pensando tal vez en su propia situación: Sila mayor parte de los artículos de periódico no merece reimpresión, ni venir a aumentar el cúmulo bibliográfico (…) cuando un escritor verdadero recurre a la prensa diaria, porque lo consiente la índole de esos trabajos, no menos literarios, por ser breves y estar al alcance de todos, o por parecerlo; y por motivos económicos lo reclaman, y sobre todo, porque quiera ser leído, y hacen bien, y en países como España apenas se lee más que papeles diarios, ¿qué mal hay en que une el literato sea periodista, y que el periodista después dé a su obra la forma definitiva a que tiene derecho el literato» ( OCVIII , p. 151). Sobre dichas colecciones, véase Bonet, 2003.
[148] Según S. Díaz Lage (2005), "el escritor periódico es aquel que, para procurarse unos ingresos y mantener un cierto margen de libertada creativa, empieza a colaborar en distintas revistas y diarios, vendiéndolo a cada uno de ellos, según su carácter y su naturaleza , un género de texto más o menos especializado".
[149] Para Roger L. Utt, por ejemplo (1988, 154), no es exagerado ver en el humorismo amargo de Clarín «un instrumento de autoterapia inmediata» y un palique «una pequeña venganza contra una realidad desengañadora».